Capítulo 19
—Parecías estar muy contenta.
En el auto, Pablo me miró fijamente por el retrovisor y habló con una sonrisa.
Yo giré la cabeza y, al ver a Rosa todavía plantada en el mismo sitio, me sentí tan complacida que hablé con ligereza.
—Sí. Al fin y al cabo, ver cómo alguien que me detesta no se atreve a provocarme es algo bastante agradable. ¿No te parece?
—Por supuesto.
Pablo respondió sin la menor vacilación.
Me sentí aún de mejor humor, pero a propósito le pregunté:
—Pensé que te parecería que soy muy mala.
—¿Cómo podría?
En el tono de Pablo se filtró una urgencia suave.
—Lena, eres el tesoro de la familia Ruiz y también la persona a la que yo más valoro. Solo me preocupaba no tratarte lo suficientemente bien. Todo lo que hacías, para mí, era completamente natural.
—Tú deberías vivir una vida despreocupada.
Mientras lo decía, su voz de pronto sonó algo melancólica.
—No sabes cuánto quise llevarte conmigo durante el tiempo que estuviste con Alberto.
—Te llamé tantas veces, con que hubieras

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