Capítulo 19
¡Estas palabras fueron como el puñal más afilado, clavándose en la herida más dolorosa, arrepentida e insoportable de Gabriel! Lo despojaron de su patética y presuntuosa manera de amar y controlar, dejándolo gravemente expuesto.
El color desapareció al instante de la cara de Gabriel. Sus labios temblaban, quería refutar, pero no pudo articular ni una sola palabra.
La culpa y el remordimiento que había reprimido deliberadamente lo arrasaron como una inundación desbordada.
Todo se volvió negro frente a sus ojos, apenas podía mantenerse en pie.
—¡Tú... cállate!
Gruñó con voz ronca, el hilo de su razón se rompió por completo.
De pronto, extendió la mano y, sin importarle nada, intentó arrebatar a Amelia.
Los ojos de Cipriano se volvieron fríos, había perdido toda paciencia y lanzó el puño sin dudar.
¡Dos hombres distinguidos, ambos sobresalientes, se enfrentaron a golpes como rufianes callejeros ante la multitud!
El sonido sordo de los puños golpeando carne y los gritos ahogados de rabia,

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