Capítulo 10
Cuando Gustavo llegó al lugar de la boda, descubrió con sorpresa que la ceremonia aún no había comenzado y avanzó a paso rápido para tomar asiento.
La luz del candelabro de cristal se refractaba en destellos deslumbrantes, los invitados ocupaban todas las mesas, y Gabriel y Adriana, entre los aplausos generales, llenaban la torre de champaña. Sin embargo, la mirada de Gabriel, casi sin notarlo, se dirigía constantemente hacia la entrada del salón.
Carolina no había llegado.
Cuando por tercera vez el maestro de ceremonias anunció que el evento estaba a punto de comenzar, Adriana lo tomó del brazo y le preguntó en voz baja: —¿Qué te pasa?
Gabriel movió la cabeza. Se giró ligeramente, sacó su teléfono y llamó a Carolina, pero del otro lado solo respondió una voz automatizada.
—Lo sentimos, la llamada no puede conectarse. Por favor, intente más tarde...
Arrugó la frente, y con la yema de los dedos acarició sin darse cuenta el nombre grabado en dorado sobre la invitación.
Carolina.
Las pala

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