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Capítulo 11

"Bien, verás, el miembro de la familia al que he elegido es mi hijo. Será mucho mejor esposo que yo, ¿no es así?", dijo él, riéndose de su propia broma de mal gusto. Me quedé mirando el documento, estupefacta, mientras mi mano temblaba. Si rompía ese papel, ¿el contrato quedaría anulado? Suponía que no… Mientras me devanaba los sesos pensando en lo que debía hacer a continuación, el teléfono celular del jefe empezó a repicar, emitiendo un fuerte sonido que alteró la tensa atmósfera que se respiraba en la habitación. Él atendió la llamada. "¿Qué? Ya veo… ¿y? Nosotros lo cubriremos… le dispensaremos un trato sumamente cordial", le dijo a su interlocutor. La conversación llegó a su fin y él me miró con una expresión de tristeza. Me pregunté cuál sería el tema de la misma.. "Estaba hablando con el hombre que llevó a tu abuela al hospital", declaró en tono solemne. "¿Como está ella?", le pregunté con preocupación. "Creo que ella ya lo sabía, pero… supongo que prefirió no decírtelo. Tu abuela padece un cáncer de pulmón en etapa cuatro…", explicó, al tiempo que una expresión de conmiseración se pintaba en su rostro.. "Qué…?", susurré con tanta suavidad que estaba segura de que no había podido oír aquella exclamación que lancé, al escuchar aquella desconcertante noticia. "Los médicos no pueden precisar cuánto tiempo de vida le queda…", prosiguió. "Eso no puede ser cierto... ella...", murmuré en voz baja. "Le he manifestado al personal del hospital que deben ofrecerle el tratamiento más avanzado posible; yo, por supuesto, estoy dispuesto a correr con los gastos correspondientes…", sugirió él, al tiempo que una sonrisa se dibujaba en sus labios. "¿Si me caso con su hijo?", me apresuré a completar la idea, iracunda. ¿De veras estaba aprovechándose de la grave enfermedad de mi abuela para forzarme a acceder a su deseo? "Eres una chica lista; no has tardado en darte cuenta del quid de la cuestión. Podría obligarte simplemente en virtud del contrato de préstamo, pero… la verdad es que me agradas, así que, si accedes a lo que te pido, me mostraré generoso y cuidaré de tu querida abuela. Supongo que actualmente te resulta imposible costear los costos que ocasiona su tratamiento, ¿no es así? Quién sabe cuánto tiempo tendrá que permanecer en el hospital…", dijo aquel anciano con expresión de tristeza. No sabría decir si estaba realmente compungido o si solo se consideraba muy afortunado al poder jugar una baza en mi contra. El otro asunto que me había estado molestando desde un primer momento era... "¿Y por qué he de ser yo? ¿Por qué no escogió a otra mujer? Tenía multitud de opciones a su disposición", señalé con una mezcla de confusión y curiosidad. "Tienes que ser tú", repuso él con lentitud, recalcando cada una de las palabras. "Explíqueme eso", insistí. "Porque estoy seguro que mi hijo se puede enamorar… pero solo de ti…", respondió con pleno convencimiento. Definitivamente ese hombre no estaba en sus cabales. Estaba segura de que su hijo no se enamoraría de mí y viceversa. Por desgracia, también estaba segura...de que no podía pagar las facturas del hospital de mi abuela. Además, al parecer, yo no conseguiría salir de ese lugar... viva. Me sentía acorralada. "¿Y si… tu hijo no desea que sea su esposa? ¿Qué harás entonces? ¿Acaso... pondrías fin a todo esto?", le pregunté, esperando atisbar un rayo de esperanza. "Si estuviera en tu lugar no me preocuparía por eso... pero, ¿qué te parece si hacemos un pequeño intercambio?", sugirió aquel anciano, al tiempo que esbozaba una sonrisa. "¿A qué se refiere?", pregunté con curiosidad. "Hay una forma de que yo condone tu deuda. Pagaré todas las facturas del hospital de tu abuela y te dejaré libre; a cambio de ello, lo único que tendrás que hacer es conseguir que mi hijo acepte hacerse cargo del negocio familiar, en su condición de mi heredero", explicó. "¿Sellamos el trato?" Aquello parecía demasiado bueno para ser verdad, pues lograr que su hijo aceptara asumir el liderazgo de aquel emporio mafioso era algo que se me antojaba bastante fácil. Al fin y al cabo, desde su nacimiento estaba destinado a ser el heredero de aquel anciano jefe, así que, naturalmente, algún día se haría cargo del negocio familiar, ¿verdad? Al menos, era una mejor opción que pasar el resto de mis días casada con él. "De…acuerdo…", acepté en un susurro. "¡Eso es grandioso! La boda se celebrará mañana; ya he dispuesto todos los detalles. Tu vestido, el lugar, los invitados; absolutamente todo ha sido previsto. ¡El único elemento que faltaba era la novia y ya está aquí!", exclamó con alegría. "Espera un momento… se suponía que si lograba convencer a tu hijo de hacerse cargo del negocio familiar, me otorgarías la libertad", repliqué, confusa. "Por supuesto; ese es el trato. Sin embargo, aún no has logrado tu objetivo, así que, mientras tanto, te casarás con mi hijo y serás su esposa", explicó con firmeza, dejando claro que no admitiría la menor objeción. "¡Espera! ¿La boda es…mañana?", exclamé, presa del pánico ante aquella inesperada noticia. ¿Cómo me había metido en ese lío… otra vez? … **De vuelta al presente** Después de haberme despojado de aquel glamoroso vestido de novia para ponerme ropa normal, subí a una limusina negra que siguió a la ambulancia que conducía a mi abuela al hospital donde estaba recibiendo tratamiento. Fiel a su promesa, el jefe había internado a mi abuela en el mejor centro médico de la capital y estaba pagando todas sus facturas del hospital; seguramente ya había desembolsado ingentes cantidades de dinero. A mi abuela ya no se le permitió abandonar el hospital. Pasaba sus días en la habitación que le había sido asignada en aquel hospital privado, con su cuerpo conectado a diversas máquinas. Aunque yo carecía de conocimientos médicos, me bastaba verla para saber que su salud se había deteriorado bastante. Sin embargo, gracias a la intervención de los médicos, su condición se había estabilizado lo suficiente como para que su estancia en el hospital fuera cómoda… por ahora. Observé en silencio, desde un lado de la cama del hospital, como las enfermeras conectaban varias máquinas al cuerpo de mi abuela, tras haberla acostado en la cama. Se veía tan frágil y débil. Después de que las enfermeras salieron de la habitación de mi abuela, les pedí a los hombres de negro, a los cuales se les había asignado la misión de seguirme dondequiera que yo fuera, que me permitieran estar a solas con ella un rato. Cuando finalmente estuvimos a solas, tomé su mano entre las mías y la llevé a una de mis mejillas, mientras ardientes lágrimas me causaban picazón en los ojos. Mi abuela se sorprendió mucho cuando le informé que había decidido casarme con el hijo del jefe de aquella cofradía mafiosa. Ella se mostraba tan abnegada, preocupada únicamente por mi bienestar, como el día en que yo había llegado a su puerta. Ahora, sin embargo, debía retribuirle su generosidad, así que la protegería lo mejor que pudiera. No debía permitir que aquellas difíciles circunstancias minaran mi entereza. Sin embargo, ahora que la boda había terminado en desastre, no estaba segura de qué sucedería. Estaba claro que Osirio, al igual que yo, estaba enamorado de otra persona. Sin embargo, apostaría a que, a diferencia de mi relación amorosa, la suya había funcionado bien. Saqué un collar con un medallón en forma de corazón y lo abrí lentamente. Me sequé las lágrimas de los ojos para poder ver con claridad la fotografía que contenía. Dentro del relicario había una fotografía en la que aparecíamos mi novio y yo… bueno, exnovio. "A decir verdad, te extraño, Enzo", pensé. --Continuará…

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