Su enorme pene saltó en mis manos expectantes. No pude evitar admirar su impresionante tamaño y longitud. Su pene estaba erecto y se alzaba con orgullo entre sus piernas. Su calor llenó mi mano mientras, instintivamente, lo apretaba alrededor de su circunferencia y comenzaba a acariciarlo de arriba abajo. El pene de Osirio se movió levemente en mi mano y noté que disfrutaba de mi atención.
—No lo acaricies demasiado. No quiero que me des placer con tus manos esta noche. Túmbate boca arriba y abre las piernas —ordenó Osirio.
“Está bien…” murmuré obedientemente.
Me acosté en su cama con la cabeza sobre su almohada. La siguiente parte de su orden es simplemente...
—Abre las piernas. Rápido. Más... más... —ordenó Osirio con autoridad mientras me miraba fijamente desde arriba.
¿Por qué no podemos hacer todo esto con las luces apagadas o atenuadas o algo así?
“No mires…” supliqué mientras me daba la vuelta avergonzada.
Con las piernas abiertas de este lado, no me costaba imaginar dónde tenía