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Capítulo 6

**Algún tiempo antes** "¡Estoy retrasada! ¡Esto no puede estar pasándome!", me dije. La oferta promocional del supermercado empezaba en diez minutos y yo llegaría tarde. Miré la lista de compras que mi abuela había elaborado cuidadosamente y suspiré. Si no llegaba a tiempo y las existencias se agotaban, no podríamos conseguir todos los artículos que estuvieran dentro de nuestro presupuesto. Tenía prisa, así que corrí a toda velocidad por la acera que conducía al supermercado. Esquivé a la gente, parejas tomadas de la mano, niños en sus triciclos, un tío que paseaba a su perro y muchos otros obstáculos que se interpusieron en mi camino. Sin embargo, tuve que detenerme de manera abrupta cuando casi choqué con un anciano ligeramente regordete. Frisaba los cincuenta años y vestía ropa fina, como si proviniera de la gran ciudad. Definitivamente, en aquella pequeña población ninguna persona de su edad vestía con tanta elegancia. "Lo siento mucho, señor. ¿Choqué con usted? ¿Lo lastimé?", me disculpé atropelladamente. Creía haberme detenido justo antes de chocar con él, pero se lo pregunté para estar segura. Inicialmente pareció sorprendido al ver que me deshacía en disculpas, pero luego me ofreció una sonrisa. "Estoy bien, señorita; no se preocupe por mí. Puede que parezca mayor y un poco gordo, ¡pero le aseguro que soy fuerte y estoy en buena forma!", respondió el anciano con voz retumbante. Luego, se echó a reír a carcajadas. "Oh… me alegra mucho oír eso. Bueno, entonces…", repliqué alegremente mientras le devolvía la sonrisa. Sin embargo, yo era muy consciente del hecho de que iba retrasada, por lo que, aunque quisiera hacerlo, no podía detenerme a sostener una charla interminable con él. "¡Espere, señorita!", me llamó el anciano cuando me di la vuelta para irme. "¿Necesita mi ayuda?", repliqué. "¿Usted...conoce a alguien llamado Jugo Rangel?", me preguntó, mirándome con ojos entrecerrados. Mmm… no recordaba haber oído ese nombre. "Lo siento, señor. Jamás había escuchado ese nombre. Lamento no poder serle útil", respondí con sinceridad mientras le sonreía con tristeza. "Mmm… ya veo", respondió en voz baja. "¿Está buscando a ese hombre? ¿Él vive en esta población?", le pregunté, con la esperanza de poder ayudarlo. "Sí. Él es… un viejo amigo mío. Reñimos un par de veces cuando éramos más jóvenes y hace muchos años que no lo veo, pero, ahora que me estoy haciendo mayor, bueno… tengo ganas de verlo…", explicó con cierta tristeza. "Este es un pueblo pequeño, pero… nunca he oído hablar de él. Lo siento mucho…", repliqué, apesadumbrada. "Oh, no importa", repuso con una leve sonrisa. "Bueno, me urge llegar a cierto lugar. Entonces… ¡que tenga un buen día, señor! ¡Espero que encuentre a su amigo!", declaré, tratando de mostrarme entusiasmada. Luego, me incliné respetuosamente ante él y corrí hacia el supermercado. Definitivamente, no llegaría a tiempo, pero, si me apresuraba, estaba segura de que aún podría conseguir algunos artículos promocionales que la abuela anhelaba. "Nos vemos pronto, señorita", murmuró el anciano para sí mismo, mientras observaba como la joven se alejaba corriendo, hasta desaparecer entre la multitud. … Caminé penosamente por la acera, cargando bolsas llenas de comestibles en ambas manos, que eran el resultado de mi esfuerzo por conseguir artículos en oferta. Aunque llegué un poco tarde, afortunadamente pude comprar la mayoría de los artículos de la lista de compras de la abuela. Ella debería estar complacida con mi logro. Sin embargo, no imaginé que aquellos artículos pesarían tanto. Si comenzaba a ahorrar dinero, podría comprar una bicicleta o algún tipo de carrito pequeño para transportar aquellas pesadas bolsas de comestibles. Por ahora, nuestros exiguos ahorros no nos permitían hacer realidad esa idea. No nací en el seno de una familia pobre. Durante los primeros dieciséis años de mi vida formé parte de una familia de clase media. Teníamos una casa, un automóvil y asistía a una escuela privada, donde tenía muchos buenos amigos. Mis padres eran dueños de su propia empresa y todo marchaba a pedir de boca...hasta ese fatídico día. Hace unos seis años, mis padres murieron en un accidente de tráfico, cuando un camión de transporte de carga chocó contra su automóvil. Las investigaciones revelaron posteriormente que el camionero estaba borracho; se había embriagado en una fiesta a la que había asistido la noche anterior y se había presentado a trabajar con resaca aquella mañana. Cualquiera que fuera el motivo, perdí a mis padres ese día. El accidente fue registrado en las noticias, con fotografías claras del coche ardiendo en llamas antes de explotar. Algunas otras personas que se encontraban en el lugar resultaron heridas. El conductor del camión resultó gravemente herido, pero sobrevivió al accidente. Mis padres siempre me llevaban a la escuela por la mañana, antes de ir a trabajar. Tuve la suerte de no viajar con ellos en el automóvil el día del accidente. Como la noche anterior había tenido una fiesta de pijamas en la casa de una de mis amigas, iba camino a la escuela con ella cuando ocurrió el accidente. Siempre pensé en ese extraño giro del destino: si no hubiera ido a esa fiesta de pijamas en aquel entonces, probablemente habría muerto junto con mis padres en aquel violento choque. Había sobrevivido, pero ... ¿no habría sido preferible la alternativa? El fallecimiento de mis padres alteró mi vida de manera radical. Por un lado, aprendí que no todos los que se mostraban amables eran realmente personas bienintencionadas. Inmediatamente después del funeral de mis padres, descubrí que su supuesto socio comercial se había apoderado de la empresa y que ya no quedaba nada que yo pudiera heredar. En esencia, me habían quitado mi participación en el negocio de mis padres. Todo lo que ellos habían construido a lo largo de varios años se fue al garete en una sola noche. El panorama se tornó todavía más sombrío cuando se me informó que mis padres habían contraído deudas con los bancos, los cuales ahora exigían la garantía, que era nuestra casa. Después de saldar la deuda y todo lo demás, había perdido la casa, el automóvil y casi la totalidad de los ahorros de mis padres. Al final, tenía menos de trescientos dólares a mi nombre. --Continuará…

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