Capítulo 1
Tras recuperar la audición, lo primero que hizo Alicia fue ir a buscar a Rafael López.
Durante los tres años en que estuvo sorda, Rafael nunca se apartó de su lado: siempre atento, entregado y suave con ella.
Aunque Alicia no podía oír, Rafael solía tomarle la mano y decirle con los labios que la amaba, que incluso si nunca recuperaba la audición, él seguiría a su lado para siempre.
Cada vez que pensaba en eso, el corazón de Alicia se le llenaba de una cálida sensación.
Bajó del taxi y corrió sin detenerse hasta el salón privado donde él se encontraba.
Al llegar a la puerta, justo cuando iba a empujarla para entrar, escuchó desde dentro la voz de un hombre: —Rafael, esa sordita, ¿ustedes dos todavía no se han cansado de jugar con ella?
La mano de Alicia, aferrada al picaporte, tembló levemente.
Al mismo tiempo, la puerta se abrió.
Alicia palideció al instante.
Cuando aún no sabía cómo reaccionar, Rafael, que estaba sentado en el centro, se puso de pie y caminó hacia ella.
Se inclinó, acercó su atractivo rostro al de ella y articuló lentamente con los labios: —¿Por qué viniste?
La voz de Alicia tembló apenas al responder: —De repente quería verte.
—No te portas bien.
Sonrió Rafael con suavidad: —¿Por qué eres tan pegajosa?
Dicho eso, la rodeó con los brazos y la abrazó.
Aquel abrazo tan familiar hizo que en el corazón de Alicia aflorara una tibia emoción.
Reprimió la incomodidad provocada por las palabras de aquel amigo y se convenció de que debía haber escuchado mal.
Respiró hondo. Justo cuando iba a decirle a Rafael que había recuperado la audición, escuchó su voz, cargada de burla: —Han pasado tres años; la verdad es que ya me cansé de Alicia.
—Pero Carlos dice que aún no se ha divertido lo suficiente con ella, así que me pidió que aguante un poco más.
En un instante, Alicia sintió que toda la sangre de su cuerpo se le subía de golpe, golpeándole la cabeza con un estruendo ensordecedor.
Cada poro de su piel parecía estremecerse.
Levantó la vista para mirar a Rafael; en sus ojos solo había incredulidad y un shock absoluto.
Alicia siempre había sabido que Rafael tenía un hermano gemelo llamado Carlos López, que llevaba años estudiando en el extranjero.
Pero entonces, ¿qué significaban realmente esas palabras de Rafael?
Al sentir su mirada, Rafael bajó la cabeza y se encontró con los ojos de Alicia. Curvó los labios con ternura y volvió a articular lentamente con la boca: —¿Qué pasa?
Alicia sintió como si un martillo pesado le golpeara el corazón, dejándole un dolor sordo y opresivo.
Negó con la cabeza y, con la voz áspera, dijo: —No me gusta mucho el olor del alcohol aquí.
—Aguanta un poco.
Respondió Rafael mientras le acomodaba con cuidado los mechones sueltos junto a la sien: —Nos quedamos un rato más y nos vamos.
Retiró la mirada y volvió a apretarla contra su pecho, rodeándola con el brazo mientras la guiaba hacia el sofá.
Alguien en el reservado notó que algo no iba bien: —Rafael, Alicia está reaccionando de manera extraña, ¿no habrá escuchado lo que acabas de decir?
El corazón de Alicia se hundió de golpe; bajó la cabeza de inmediato.
—Imposible.
Rafael, que la sostenía entre sus brazos, soltó una risa desdeñosa: —Durante estos tres años le he estado dando medicamentos para inhibir la audición, y la engañé diciéndole que eran para curarla.
Mientras hablaba, sentó a Alicia en el sofá: —Es muy obediente. Los ha tomado puntualmente todos los días.
Alicia sintió que su corazón caía por un precipicio, descendiendo sin detenerse.
Una semana antes había sufrido un asalto, y el medicamento que Rafael le daba había sido robado junto con su billetera. Por miedo a preocuparlo, no se lo había contado, y así dejó de tomarlo durante una semana.
Cuando recuperó la audición de repente, creyó que por fin el tratamiento de esos tres años había dado resultado...
—¡De verdad que ustedes sí saben divertirse!
Las risas estallaron alrededor: —Tú y Carlos: uno se encarga de engañar sus sentimientos durante el día, y el otro de jugar con su cuerpo por la noche.
—¡Y después de tres años, esta sordita ni siquiera ha notado nada!
Rafael la sostuvo entre sus brazos y jugueteó con su cabello, sonriendo con indiferencia: —Carlos y yo somos idénticos físicamente, pero nuestras voces son muy distintas.
Los demás reaccionaron al instante: —¡Con razón le hacías tomar esos medicamentos para que siguiera sorda! ¡Así era por esto!
—Y no solo por eso.
Rafael tomó un plátano del frutero: —En su momento, Alicia y su amiga Teresa acusaron falsamente a Sonia de acoso escolar. Reunieron pruebas para meter a Sonia en la cárcel y la obligaron a esconderse en el extranjero durante varios años...
—Hacer que Alicia siguiera sin oír también era parte de su castigo.
Al oír el nombre de Sonia Fernández, alguien se animó: —Dicen que Sonia vuelve al país en tres días. ¿Cuándo piensas deshacerte de Alicia y estar con Sonia?
—¡Todos estamos esperando brindar en tu boda con Sonia!
—No hay prisa.
Rafael, con un gesto suave, le ofreció a Alicia el plátano ya pelado; pero su voz fue fría y cruel: —Cuando Carlos se haya divertido lo suficiente y Sonia ya haya descargado su rabia, entonces no será tarde para romper con ella.