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Capítulo 5

Justo cuando Nuria pensaba que estaba completamente perdida, se escucharon a lo lejos algunas voces reprendiendo y pasos corriendo. Los borrachos, al ver que alguien venía, maldijeron y se marcharon. Un hombre de mediana edad, de buen corazón, miró con cautela a su alrededor y golpeó la ventana del auto. —No pasa nada, vete a casa, no te quedes sola en un lugar tan apartado por la noche. Nuria, aún conmocionada mientras temblaba, le dio las gracias y casi rodando y arrastrándose bajó del auto, tambaleándose mientras corría hacia su casa. El viento frío de la noche le azotaba la cara húmeda de lágrimas, produciéndole un frío penetrante. Esa noche, debido al susto, Nuria desarrolló una fiebre alta y permaneció aturdida en la cama durante varios días. Durante esos días, Alejandro solo le envió algunos mensajes. —¿Nuri, regresaste sola? —¿Llegaste a casa? —¿Por qué no respondes? Luego, ya no hubo más noticias. En cambio, el Alejandro de veintiocho años, como un fantasma persistente, no dejaba de enviarle varios videos. En los videos, Alejandro estaba cambiando cuidadosamente el vendaje del tobillo de Sara, con movimientos suaves y concentrados. Sara, sonrojada, le daba las gracias en voz baja; él apartaba la mirada con cierta incomodidad, pero no se negaba. Nuria miraba la pantalla, sintiendo que su corazón se sumergía en agua ácida. Recordó el invierno pasado, cuando se había lesionado la pierna esquiando; Alejandro también la cuidó con extrema atención, torpemente pero con mucho cuidado, le cambiaba los vendajes, dándole masajes y alimentándola. Ella le había sonreído y lo había elogiado: —No esperaba que fueras tan bueno cuidando a alguien. Él levantó las cejas con orgullo, y se acercó a darle un beso, con un tono lleno de naturalidad. —Claro, lo aprendí solo para ti. En toda mi vida, solo cuidaré de ti. Las palabras aún resonaban en sus oídos; ahora, sin embargo, él usaba ese mismo cuidado "exclusivo" para atender a otra chica. Hasta ese día, cuando la fiebre recién había bajado, sonó el timbre. En la puerta estaba Alejandro, desaparecido durante varios días, con una evidente culpa en la cara y un leve cansancio apenas perceptible. —Nuri, fue un error dejarte volver sola la última vez. —Su tono era suave, intentando consolarla—. No te enojes, ¿vale? Hoy te llevaré al parque de diversiones como compensación. Te prometo que hoy pasaré todo el día contigo, y nunca más te dejaré sola. Nuria, desanimada, no quería ir, pero no pudo resistirse a la mezcla de súplica y firmeza de Alejandro; al final, él la sacó de la casa. Sin embargo, al subir al auto, quedó atónita. En el asiento trasero estaba, para su sorpresa, Sara junto con el Alejandro de veintiocho años. Alejandro mostró un instante de incomodidad y se apresuró a explicar: —Sara dijo que nunca había ido a un parque de diversiones, parecía un poco triste, así que la invité. Nuri, tú eres la más bondadosa; no te molestará, ¿verdad? Nuria miró por la ventana, sin ganas de decir una sola palabra. Al llegar al parque, Alejandro y el Alejandro de veintiocho años fueron a comprar los boletos, y Nuria los siguió; escuchó claramente al Alejandro de veintiocho años decir en voz baja a Alejandro: —Es la primera vez de Sara aquí, cuídala un poco, no la dejes sola. —Si temes que se quede sola, entonces acompáñala tú; yo quiero estar con Nuri. — Alejandro lo apartó impacientemente y, tras comprar los boletos, corrió de inmediato al lado de Nuria, tomando su mano de manera natural. Durante toda la mañana, Alejandro realmente estuvo casi inseparable de Nuria, comprándole globos, ayudándola a ganar peluches, acompañándola en la montaña rusa y sujetando su mano con fuerza mientras ella gritaba. El sol iluminaba su cara concentrada; por un instante, Nuria sintió que regresaba al pasado, a esos dulces momentos que compartían solo ellos dos. Si no fuera por las dos miradas persistentes siguiéndolos desde atrás. Tras disfrutar de varios juegos, Alejandro tomó a Nuria para subir a la noria. —Vamos, Nuri, vamos a la más alta. ¡Tú favorita! El Alejandro de veintiocho años lo detuvo con fuerza y, con tono firme, dijo: —¡Ahora toca el carrusel! Ese es el favorito de Sara. —¡Yo quiero estar con Nuri! —Alejandro no cedió. Así comenzaron a discutir. En ese momento, se escuchó un grito aterrorizado de un empleado cercano. —¡Apártense! ¡Apártense! ¡El caballo se asustó! ¡Muévanse! Nuria no tuvo tiempo de reaccionar; de repente, una figura pasó velozmente junto a ella. Acto seguido, vio a Sara desplegar una fuerza sorprendente, empujando con violencia a Alejandro, que aún discutía de espaldas con el Alejandro de veintiocho años, justo frente a la carroza del desfile. Entonces... —¡Pum! Se oyó un golpe sordo y pesado; Sara fue arrollada por el carro descontrolado y quedó como una cometa sin hilo, cayendo violentamente a unos metros de distancia. Su recorrido dejó una mancha de sangre brillante en el suelo. —¡Sara! Alejandro, con los ojos desorbitados, corrió a abrazar a la chica cubierta de sangre, mientras sus dedos largos presionaban firmemente la herida sangrante; su voz estaba rota y fragmentada. —¡Ambulancia! ¡Llama a una ambulancia! ¿Cómo pudiste ser tan tonta? Sara abrió los ojos débilmente, con apenas aliento, y logró esbozar una pálida sonrisa. —Porque... porque tú eres la persona que me gusta. Alejandro... no quiero que respondas... solo, solo quiero que no me odies... Nuria, que estaba a punto de acercarse, quedó paralizada en el sitio. Miró a Alejandro, esperando que, como antes cuando rechazaba a todos los pretendientes, le dijera clara y firmemente a Sara que él tenía a alguien a quien quería: a Nuria. Pero Alejandro solo abrazó con más fuerza a Sara, con los ojos enrojecidos. No dijo ni una palabra. En ese momento, Nuria escuchó el sonido de su corazón rompiéndose por completo. Tan fuerte, tan doloroso, que superaba todo el bullicio a su alrededor.

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