Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 6

La ambulancia llegó a toda prisa, y Alejandro junto al Alejandro de veintiocho años subieron al vehículo con pánico. Durante todo el trayecto, su mirada no se apartó ni un segundo de Sara, ni siquiera se dio cuenta de Nuria, que estaba pálida como un fantasma entre la multitud. Ella tomó un taxi y los siguió hasta el hospital. En el pasillo del hospital, Nuria vio a Alejandro correr hacia el quirófano con Sara en brazos. Su mano temblaba mientras sacaba el teléfono, pero su voz no admitía dudas. —¡Papá! ¡Mi compañera se ha lesionado, trae a todos los expertos que conozcas al Hospital Central inmediatamente! ¡Quiero que sobreviva! Esa escena tan familiar se le clavó a Nuria como un cuchillo en el corazón. Recordó que cuando tuvo el accidente el año pasado, Alejandro había hecho lo mismo: la había llevado corriendo de manera desesperada, ignorando que su propio brazo sangraba, exigiendo que le sacaran sangre para usarla en ella, y estallando contra cualquiera que intentara detenerlo... La dulzura del pasado y la crueldad del presente se entrelazaban en la más punzante ironía. Nuria ya no pudo soportarlo y se dio la vuelta, dejando atrás aquel hospital asfixiante, tambaleándose con un andar solitario. Durante los días siguientes, Nuria no volvió al hospital. Pero los mensajes del Alejandro de veintiocho años no cesaron jamás. En los videos, se veía a Alejandro cuidando la cama de Sara, dándole de comer, pelando manzanas, leyendo cuentos. En las fotos, Alejandro dormía apoyado junto a Sara, con un primer plano de sus manos entrelazadas. Su intención era evidente: hacerla retroceder, ceder voluntariamente. Nuria no respondió, su corazón ya estaba tan insensible que no despertaba ninguna emoción. Hasta el día del baile de graduación. Alejandro hizo enviar un delicado regalo, que contenía un elegante vestido de noche. Cuando Nuria se cambió y bajó las escaleras, vio de inmediato a Sara junto al auto de Alejandro. El vestido que llevaba era muy similar al suyo en estilo y elementos de diseño, solo que los detalles del de Sara eran más elaborados y el material claramente más lujoso. Sara notó la mirada de Nuria y, tímidamente, explicó: —Nuria... este vestido me lo regaló Alejandro... parece que es de la misma colección que el tuyo... El corazón de Nuria se hundió de golpe. Alejandro, a su lado, se puso visiblemente incómodo y desvió la conversación, antes de subir a Nuria al auto. Allí, el mensaje del Alejandro de veintiocho años llegó en el momento justo. —¿Lo ves? El vestido de Sara es la versión original de alta costura. El tuyo es solo un obsequio que se entrega al comprar la alta costura, una pieza reproducible en serie. Su corazón ya está comenzando a inclinarse. Nuria apretó el teléfono con fuerza; sus dedos estaban fríos y adoloridos, hasta quedar insensibles. Al llegar al baile, era necesario registrarse con un acompañante. Alejandro tomó el bolígrafo, pero de manera casi automática escribió primero su nombre y el de Sara. Cuando terminó, reaccionó de golpe, mostrando un atisbo de pánico en su cara, y se apresuró a explicarle a Nuria: —Perdón, Nuri, lo escribí por costumbre... ¡fue un error involuntario! Luego miró al Alejandro de veintiocho años y dijo: —¿... Quieres acompañar a Nuri como pareja de baile? Nuria lo miró y de repente recordó un baile en la secundaria: cuando estaban en guerra fría, ella, por orgullo, eligió a otro chico como pareja. Alejandro, al enterarse, esperó toda la noche frente a su edificio con los ojos enrojecidos, suplicándole perdón, diciendo que su pareja de baile solo podía ser ella... Resulta que el primero en ceder había sido él. Ella no dijo nada y se acercó silenciosamente, firmando en la lista su nombre solitario. Sin pareja de baile. Al entrar al salón, la música comenzó a sonar. Alejandro vaciló un instante, pero finalmente extendió su mano hacia Sara y la llevó a la pista. El Alejandro de veintiocho años permaneció al borde del salón, observando a Sara con una mirada cargada de amor inquebrantable. Nuria estaba sola en el rincón más oscuro, como una sombra olvidada. En el clímax del baile, fuegos artificiales estallaron en el cielo nocturno, y todos corrieron al balcón para mirar y pedir deseos. Nuria vio que, bajo aquel cielo resplandeciente, tanto el Alejandro de dieciocho como el de veintiocho años miraban con atención a la Sara que alzaba la cabeza con una expresión de asombro y felicidad.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.