Capítulo 8
La primera reacción de Manuel al escuchar esas palabras fue pensar que era imposible.
Esa mujer con la que había luchado durante veinte años, ¿cómo podía, por una simple cirugía de cuerdas vocales...?
Con los ojos enrojecidos, intentó irrumpir en la sala de operaciones.
—¡Sara, no creas que con esto podrás engañar a todo el mundo!
Juan lo miró con la frente fruncida y extendió una mano para detenerlo.
—Señor Manuel... la señorita Sara acaba de ser llevada al funeral.
—Lamentamos mucho este accidente. Esperamos que pueda calmarse.
¿Funeral?
Manuel soltó una risa sarcástica.
Quería ver hasta cuándo podría seguir fingiendo Sara.
Empujó a los médicos y se precipitó hacia el frío sótano, abriendo de golpe la pesada puerta de hierro.
Un aire helado lo envolvió. Sobre una camilla, una sábana blanca y deslumbrante cubría una silueta humana.
Los pasos de Manuel se clavaron en el suelo; su respiración se detuvo.
En sus oídos resonó de nuevo aquella pregunta leve, casi como un suspiro, que ella l

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