Capítulo 23
María estaba de pie en la terraza, contemplando a Silvia, que regaba las flores en el jardín.
Silvia llevaba un vestido amarillo pálido, tarareando una canción infantil y saltando de un lado a otro, visiblemente feliz.
—¿En qué piensas?
Preguntó Francisco, rodeándola por la espalda y apoyando la barbilla en su hombro.
Aún llevaba el olor a desinfectante; estaba claro que acababa de llegar del hospital.
—Pensaba... —María no se volvió, pero una sonrisa le afloró inevitablemente.
—En la primera vez que nos vimos, cuando viniste con Silvia a comprar libros ilustrados.
Francisco rió suavemente, sus ojos llenos de ternura:
—Yo pensaba, ¿cómo podía seguir siendo tan guapa después de tantos años?
—Qué adulador eres. —María le dio un suave golpe en el hombro, sin poder reprimir la risa.
Sus risas alertaron a Silvia.
Que dejó la regadera y, como una mariposa, subió corriendo las escaleras: —¿De qué se ríen? ¿Están contando secretos?
Francisco se agachó y le plantó un beso en la mejilla:
—Le est

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