Capítulo 10
Antes, aun casada, Mónica siempre mantuvo distancia por el rechazo de Ramiro y jamás se atrevió a acercarse a sus zonas prohibidas.
Pero aun así, nunca lo habría dejado solo sin preocuparse por él, porque ella cargaba con la responsabilidad de cuidarlo.
Ignacio la había elegido como cuidadora, y durante años nunca olvidó su misión: atender cada detalle de la vida de Ramiro sin fallar ni una vez.
¿Y en estos días?
Ella seguía ahí, a su lado, pero ya no ponía la misma dedicación de antes.
Y hoy, desde que él se marchó al hospital, no había vuelto a aparecer, algo absolutamente imposible en el pasado.
Ramiro se levantó de repente y salió de la habitación, dirigiéndose hacia el rincón más alejado de la casa.
Allí estaba la habitación de Mónica.
Abrió la puerta. El cuarto estaba vacío, con una sencillez que contrastaba con el lujo de la mansión.
No estaba Mónica, ni había rastros de ella.
Ramiro se quedó quieto, sorprendido, invadido por una extraña desorientación.
Ciertamente no le gustaba

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