Capítulo 17
Por suerte, en estos años Monte Celeste se había desarrollado con rapidez; para atraer turistas, surgieron muchas cafeterías. Gracias a eso, Ignacio no tuvo problema en encontrar dónde sentarse después de salir de la floristería.
En una cafetería cercana, Ignacio pidió un café y observó a Mónica: parecía otra persona, como si hubiera renacido. No pudo evitar suspirar.
Si entonces no hubiera permitido que, por compasión y culpa hacia Ramiro, él la tratara con frialdad; si hace cinco años, cuando Mónica quiso irse, no la hubiera dejado marchar tan rápido, ¿hoy sería distinto?
Pero la idea se desvaneció enseguida. Ignacio sabía que nunca pudo convencer al retraído Ramiro ni retener a una Mónica cansada del dolor y decidida a marcharse.
Pensando en ello, no pudo evitar suspirar en silencio: la vida sí que juega con las personas.
—Hoy vine a buscarte, imagino que ya tienes una idea de mi propósito. —Él se detuvo un instante, sacó una tarjeta y se la entregó antes de continuar. No quiero int

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