Capítulo 4
A comienzos del invierno, una llovizna fina caía sobre la calle.
Adrián sostenía un paraguas mientras caminaba junto a Sofía por la acera.
—Sofía. —De pronto se detuvo y se giró hacia ella con una emoción compleja, una que ella no sabía interpretar—. ¿Tú… me amas?
El corazón de Sofía dio un vuelco violento; lo miró con timidez, con una dependencia absoluta, pero también con una claridad extrema. —Te amo, doctor Adrián… Yo… Yo solo te amo a ti.
En ese instante, Adrián sintió con brutal nitidez cómo algo le golpeaba el corazón; una emoción desconocida y arrolladora, casi rompió la barrera de racionalidad de la que siempre se enorgullecía.
Una leve confusión, junto a una intensa lucha interior, agitó el fondo de su mirada.
Abrió la boca, parecía querer decir algo, quizá romper aquella atmósfera que ya se le escapaba de control, quizá confirmar algo…
Sin embargo, ¡justo cuando su mente vaciló!
El estruendo de un motor rasgó la cortina de lluvia con violencia.
Un auto negro aceleró sin advertencia, subió a la acera y se lanzó directamente hacia la posición donde Adrián estaba de pie.
—¡Cuidado!
Él ni siquiera había logrado reaccionar por completo al impacto emocional de la pregunta anterior, cuando sintió una fuerza enorme que lo empujaba a un lado con brutalidad. ¡Era Sofía!
Actuando casi por instinto, lo había apartado de un empujón.
Y ella misma quedó totalmente expuesta frente al frío capó del auto.
—¡PUM…!
El golpe resonó pesado bajo la lluvia.
Adrián cayó al suelo tras tropezar varios pasos; al girarse, vio con horror cómo Sofía era lanzada por el impacto y caía a varios metros de distancia sobre el asfalto mojado.
Su brazo izquierdo quedó doblado en un ángulo antinatural, y de su sien brotó sangre que, en un instante, tiñó su cara y el agua acumulada bajo su cuerpo.
—¡¡Sofía!!
Adrián corrió hacia ella casi a gatas, sintiendo que una mano invisible le apretaba el corazón hasta dejarlo sin aire.
—¿Por qué… Por qué hiciste…? —Miró el cuerpo débil entre sus brazos; en aquellos ojos que siempre habían sido fríos, calculadores y dominantes, solo quedaban shock, pánico y un dolor inconmensurable mezclado con un arrepentimiento feroz.
¡Esto no era lo que él había planeado! Él no había dado la señal todavía… ¿Por qué demonios ese auto actuó antes de tiempo?
Sofía, con su último hilo de fuerza, levantó una mano ensangrentada y enganchó débilmente la tela de su chaqueta.
—No… No me dejes… Solo… Solo me quedas… tú…
Después de decir eso, se hundió completamente en la oscuridad.
Adrián la abrazó con todas sus fuerzas y gritó descontrolado hacia la multitud horrorizada: —¡Llamen a una ambulancia! ¡Rápido! ¡Sálvenla! ¡Tienen que salvarla!
En el hospital, el diagnóstico fue: fractura conminuta del brazo izquierdo, conmoción cerebral y múltiples contusiones de tejidos blandos.
Adrián permaneció junto a su cama sin moverse ni un segundo, limpiando personalmente la sangre de su cara.
La observó sin vida, y en su mirada se entrelazaron emociones tan intensas y contradictorias que ni él mismo sabía nombrarlas.
Sin embargo, cuando los padres de Sofía y Valeria llegaron apresurados, la fría realidad volvió a inundarlo por completo.
—¿Qué pasó? ¿No habían dicho que, como mucho, sería una herida leve? ¿Cómo puede haber quedado así? —Apenas la madre entró por la puerta, comenzó a quejarse con Adrián, lanzando una mirada de disgusto hacia la cama—. Si le dañaron la mano, ¿cómo va a seguir pintando para Vali?
El padre pasó de largo junto a la cama sin siquiera mirar a Sofía. —¡Inútil! ¡Ni caminar sabe sin meterse en un accidente! ¡Qué mala suerte traerla al mundo!
Valeria rápidamente tomó del brazo a Adrián, fingiendo preocupación. —Adrián, ¡menos mal que tú estás bien! ¡Yo estaba tan nerviosa!
Luego giró la cabeza hacia Sofía, mostrando un gesto de asco. —Mi hermana sí que es ridícula. Si quiere morirse, que se aleje, ¿para qué hacer un espectáculo en plena calle? La gente va a pensar que la maltratamos.
La madre apoyó enseguida. —Exacto, ¿qué tanto drama? ¡Si claramente está loca! Vali, no te preocupes. Yo estoy aquí.
El padre, impaciente, hizo un gesto con la mano. —Si no se murió, que se quede en el hospital. Que no vuelva a casa a estorbar. Adrián, Vali tiene una entrevista mañana. Nos vamos.
Sofía despertó entre punzadas de dolor, justo a tiempo para escuchar toda aquella conversación.
Soltó una risa fría en su interior. ¿Acaso no era todo esto parte de su propio plan?
El muñeco-grabadora que había dejado en el estudio de Adrián había registrado cada palabra.
—Adrián, mañana en la noche hemos organizado que un auto te choque. No te preocupes. Solo queremos comprobar si esa chica está realmente bien 'adiestrada', es decir, si es capaz de arriesgar la vida por protegerte.
El padre añadió: —Si supera esta prueba, entonces sí que estará completamente dispuesta a servir de por vida para que Vali triunfe.
—Tranquilos, tío, tía. Esta prueba es totalmente segura —respondió Adrián, con una calma aterradora—. Controlaremos el ángulo y la fuerza del impacto. A lo sumo sufrirá una lesión leve.
Cuando Sofía lo escuchó por primera vez, incluso su corazón ya muerto se le volvió a quebrar. ¿Usar su vida para ponerla a prueba?
Pero ella sabía que solo así lograría ganarse por completo su confianza.
Por eso, se lanzó ella misma contra el auto.
En su corazón repitió:
—5 de diciembre. Accidente provocado para evaluar lealtad. Fractura conminuta del brazo izquierdo, conmoción cerebral. Adrián mostró una fuerte vacilación y señales de perder el control emocional. Los padres, más fríos. Evidencia clave recopilada, grabación del contacto entre Adrián y el conductor, más sus reacciones posteriores.
Esta vez… ¿No deberían creerle ya?