Capítulo 22
Un año después, Elisa y Román celebraron una pequeña boda en Vientomar.
La boda tuvo lugar en una finca alquilada.
No hubo arcos lujosos, solo una alfombra colocada por las manos de sus amigos.
No sonó la tradicional marcha nupcial; en su lugar, un guitarrista interpretaba a su lado una animada balada folclórica.
Los invitados no pasaban de una veintena, todos amigos íntimos que habían conocido en esos años en Vientomar.
Elisa llevaba un vestido de novia diseñado por ella misma: una sencilla falda larga de satén bordada con alas de mariposa, que al caminar parecía desprender innumerables destellos deslizándose por el dobladillo.
Cruzó la alfombra roja y, entre bendiciones, esperó a su propio novio.
Cuando Román se acercó a ella con un traje gris claro a medida, Elisa recordó de pronto la primera vez que lo había visto en la galería.
En aquel entonces también sonreía así, con esa dulzura luminosa.
Quizá ya en ese momento, aquel hombre había irrumpido inesperadamente en su corazón.
—¿Est

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