Capítulo 5
Jayden se reclinó tranquilamente en la cama, con sus robustas manos acunando la delicada cintura de Mabel. Su mirada recorrió ella, la anticipación grabada en sus rasgos mientras esperaba su próximo movimiento. La sonrisa de Mabel vaciló momentáneamente. Esta fue una divergencia del escenario que había imaginado. En su mente, Jayden la habría rechazado con gélido desapego, ordenándole que se fuera y nunca regresara. También había anticipado su tormentosa partida.
Después de una pausa prolongada, la paciencia de Jayden se agotó. “¿No tomarás la iniciativa? ¿Qué te detiene? Su voz estaba mezclada con una nota de impaciencia. Mabel se mordió el labio y extendió la mano tentativamente para desabrocharle la camisa. Sus dedos temblorosos delataban su timidez y aprensión.
La mirada de Jayden era helada mientras la miraba, con un destello de burla en sus ojos. Su camisa estaba abierta, su pecho esculpido a la vista. Su cuerpo, bañado por la suave luz, exudaba un encanto irresistible. Claramente, Jayden era un hombre dedicado a su condición física, su estructura musculosa era testimonio de un entrenamiento constante.
Mabel se esforzó por mantener la compostura, pero sus mejillas sonrojadas la traicionaron. Cuando estaba a punto de conjurar un plan de escape, la tez de Jayden palideció y su respiración se volvió errática. El sudor le cubría la frente y sus ojos normalmente impasibles se nublaron. Para Mabel estaba claro que no se encontraba bien.
"Señor. ¿Griffiths? —preguntó, su voz llena de preocupación. Jayden hizo una mueca y la apartó. "¡Dejar!" Su voz era áspera y tensa. Mabel rápidamente se acercó a él, su preocupación iba en aumento.
Esta situación era ideal para ella: si podía salvar a Jayden, podría tener la oportunidad de quedarse.
Ella tomó su muñeca y masajeó el espacio entre el pulgar y el índice. "Respira profundamente, estabiliza tu respiración y aclara tu mente". Sus instrucciones fueron firmes y tranquilizadoras. De repente, la puerta se abrió de golpe y una chica preocupada entró corriendo.
“¡Jayden! ¿Estás bien?" Su voz estaba llena de preocupación. Jayden le lanzó una mirada gélida y el dolor en sus ojos se intensificó. Mabel sabía que no podían permitirse el lujo de esperar. Cogió su bolsa de agujas, lista para administrar ayuda.
Melanie Robinson advirtió con tono severo. “Jayden detesta que las mujeres lo toquen. Si valoras tu bienestar, te sugiero que lo dejes en paz”. Haciendo caso omiso de la advertencia de Melanie, Mabel continuó con sus atenciones.
Jayden agarró la mano de Mabel y sus nudillos se pusieron blancos por la intensidad. Los ojos de Melanie se abrieron con incredulidad. Jayden siempre había despreciado el contacto físico. Incluso Melanie, que lo conocía desde la infancia, nunca se había atrevido a tocarlo. Su reacción al tacto solía ser explosiva.
El mayordomo llegó apresuradamente, con los ojos muy abiertos ante la vista que lo saludó. Jayden estaba sumido en una crisis, el sudor le perlaba la frente, las cejas fruncidas por el dolor y la mandíbula apretada. Se aferró a la mano de Mabel, su agarre era tan fuerte que era como si quisiera aplastarle la mano.
Mabel hizo una mueca y su rostro palideció. Se mordió el labio y sacó una aguja, lista para insertarla entre el pulgar y el índice de Jayden.
"¡Esperar!" —intervino Melanie. "Señorita Baldwin, ¿qué está haciendo?"
Mabel levantó la vista, sus ojos helados bajo sus largas pestañas. “Lo estoy salvando”. Su voz era decidida.
Melanie dio un paso adelante y puso la mano en la muñeca de Mabel. “¡Señorita Baldwin! Te imploro que lo reconsideres. No provoques a Jayden. Si algo sale mal, no podrás soportar las consecuencias”.
Mabel encontró la mirada de Melanie, su expresión firme.
"Asumiré las consecuencias que surjan".