Capítulo 13
Conduciendo toda la noche, Eduardo casi no descansó hasta llegar a Sieramar.
La dirección señalaba un pequeño patio sencillo, lleno de flores y plantas.
Apenas se acercó, escuchó una risa ligera proveniente del interior de la verja.
Era la voz de Isabel.
Los pasos de Eduardo quedaron clavados en el suelo al instante; contuvo la respiración y miró hacia el interior a través de una rendija.
Le bastó una sola mirada para sentir cómo toda la sangre de su cuerpo se congelaba.
Isabel estaba sentada en un columpio improvisado, con una simple camiseta blanca y el cabello largo cayendo de manera despreocupada sobre los hombros.
No llevaba maquillaje, pero lucía más radiante que en cualquiera de sus recuerdos.
Eduardo sintió su corazón latir con fuerza; aquel corazón muerto revivía en el mismo instante en que la veía.
Sus pasos avanzaron hacia ella sin control, pero cuando vio al hombre que estaba a su lado, volvió a detenerse de golpe.
Ella levantaba la cara hacia el hombre que tenía cerca y le

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