Capítulo 20
Cuando todos los huéspedes hicieron el check-out, Rosa, seria, caminó hacia todas.
Sobre su espalda parecía haber algo que la oprimía con fuerza, casi haciéndola derrumbarse.
Pero aun así sostuvo sus delgados hombros y se inclinó profundamente.
—¡Lo siento, fui yo quien las arrastró a esto!
Rocío fue la primera en reaccionar y levantó a Rosa de un tirón.
—¿Qué tonterías dices? ¿Ya olvidaste lo que prometimos cuando abrimos la posada? ¡Compartir gloria y deshonra, avanzar y retroceder juntas! ¡Esto no es tu culpa, es culpa del mundo, es culpa de los hombres!
—Exacto, señorita Rosa, no tiene por qué hacer caso a lo que dicen en internet. Hemos escuchado cosas mucho peores que esas, y aquí seguimos, vivitas y coleando. Tampoco debe sentirse culpable ni reprocharse nada. Sin usted, Sofía y yo no estaríamos donde estamos ahora. Si no podemos seguir con la posada, simplemente hacemos otra cosa. Con todo el dinero que ya hemos ahorrado, ¿quién nos reconocería si nos hacemos unos arreglitos en

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