Capítulo 57
Federico estaba a punto de castigarla severamente cuando Alejandro lo interrumpió. —¿En este barco se hace lo que tú dices o lo que digo yo?
La mirada peligrosa de Alejandro se clavó en Federico, quien al instante se atragantó con sus propias palabras.
La camarera, al reconocer quién era el dueño del barco, se volvió hacia Alejandro. Aún no había empezado a suplicar cuando él, con los labios fríos ligeramente alzados, dijo: —En la próxima parada, baja por tu cuenta.
—Gracias... gracias...
La camarera se fue con el chico, como si se hubiera liberado de un gran peso.
El chico, antes de irse, volvió la cabeza y miró a María.
En ese momento, ella estaba empapada de pies a cabeza, de pie en la cubierta; el uniforme de guardaespaldas se le pegaba al cuerpo, delineando cada una de sus curvas firmes.
En un instante, provocó que las pupilas de varios hombres alrededor ardieran de deseo.
No podía decirse que estuviera desaliñada, pero sí había algo de indecoroso en su aspecto.
Una toalla apareci

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