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Capítulo 58

En ese instante, Alejandro cambió de opinión. Le dijo a Carmen con voz suave: —Vuelve a tu habitación; los guardaespaldas estarán afuera, no te pasará nada. —Pero... Carmen acababa de abrir la boca cuando él ya se había girado con agilidad y le dijo al guardaespaldas: —Protejan bien a la señora Carmen. Si ocurre cualquier problema, ¡olvídense de seguir trabajando el resto de sus vidas! —¡Sí! El guardaespaldas se adelantó y, con respeto, dijo: —Señora Carmen, por aquí. Carmen, atascada por las palabras, se puso pálida; sentía el pecho oprimido, pero solo pudo irse con frustración. La puerta de la suite se cerró en silencio a espaldas de Alejandro. Su mirada afilada captó con precisión las marcas de agua en el suelo, que se extendían hasta desaparecer bajo la sombra del amplio sofá. Alejandro dio pasos largos, su andar era firme pero cargado de una presión invisible, y rodeó el sofá lentamente. ¡Sus ojos se abrieron de golpe! —Sabía que eras tú. La voz helada de Alejandro cayó en sus oíd

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