Capítulo 62
Justo cuando el auto estaba a punto de atropellarla...
—¡Detente!
Alejandro ordenó con voz severa.
El conductor pisó el freno de golpe; los neumáticos emitieron un chirrido agudo al rozar el asfalto, y finalmente el auto se detuvo a menos de treinta centímetros de María.
Alejandro abrió la puerta y bajó del auto, avanzando hacia ella con una ráfaga de viento helado y cortante.
Se plantó frente a ella; su mirada afilada se clavó directamente en su cara ya supurante, y la reprendió: —¿Estás cansada de vivir?
La voz de María sonó ronca. —Fue culpa mía por haber sido demasiado ambiciosa antes, No hace falta que se retrase dos días, señor Alejandro; con un día basta. Acompáñeme a curarme la cara... ¿está bien?
Los profundos ojos de Alejandro se fijaron en ella.
Casi cinco segundos de silencio absoluto.
Él dejó escapar una risa carente de calidez. —Laura, hoy tengo dos reuniones internacionales, con un valor de más de diez mil millones de dólares. ¿De dónde sacas la confianza para pensar que

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