Capítulo 9
—¡Dong... dong... dong...!
Los golpes sordos resonaron en la habitación como campanadas fúnebres.
María repetía el movimiento de forma mecánica; la piel de su frente se había abierto, y la sangre caliente se mezclaba con las lágrimas frías que le nublaban la vista hasta volverlo todo borroso.
La fuerte sensación de mareo la golpeaba en oleadas. Cada vez que levantaba la cabeza era como levantar una montaña, y lo único que la sostenía era el llanto desgarrador de su hijo.
Al terminar el centésimo golpe, reunió la última chispa de fuerza para agarrar el teléfono. Sus labios estaban rotos, y su voz temblaba, frágil pero firme: —Cien golpes... ya los hice... Alejandro...
—Vaya, lo siento mucho, señora María.
La voz de Carmen aplastó la última brizna de esperanza de María. —El señor Alejandro igual no quiere volver.
Clack... La llamada fue cortada sin piedad.
Las pupilas ensangrentadas de María se contrajeron al instante. En sus oídos solo quedó el llanto ya completamente derrumbado de Javi

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