Capítulo 35
Samuel me pidió que lo amara. Si esto hubiera sucedido en el pasado, cuánto habría anhelado yo ese momento.
Pero ahora, en el presente, cuán innecesario y superfluo se sentía todo esto.
No podía hacerlo, así que guardé silencio por unos segundos y lo observé mientras él se volvía loco.
Al verme así, Samuel perdió la razón y empezó a repetir una y otra vez la misma frase: —¡Belén, me robaste el corazón y luego lo tiraste sin el menor remordimiento! ¿Cómo pudiste hacerme esto? No puedes hacerme esto...
Ante su locura, decidí ignorarlo por completo.
Pensé que solo era un arrebato, que pronto volvería a la normalidad.
Jamás imaginé que, al ver mi indiferencia, Samuel, en medio de su locura, de repente se detendría y soltaría una risa sarcástica.
—Belén, sé que tú me amarás.
Dicho esto, se levantó despacio y les ordenó con firmeza a los guardaespaldas: —Ustedes, destruyan la lápida de Emiliano, ¡desentierren sus cenizas!
Al oírlo, primero me quedé atónita, y luego, antes de que los guardaes

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