Capítulo 15
—¡Antonia!
La mano de Enrique estaba tan hinchada que el dolor era casi insoportable.
Sin importarle la lluvia torrencial, Enrique corrió unos pasos para alcanzar esa silueta; las gotas caían sin cesar sobre la sombrilla, formando una barrera entre ambos, como un abismo imposible de cruzar.
—Estoy... Estoy herido, ¿podrías llevarme al hospital?
Levantó la mano derecha, amoratada e hinchada, intentando provocar compasión en Antonia.
La mirada de Antonia se posó en su mano, pero no dijo nada.
El Hospital Regional Santa Lucía de Miraflores estaba iluminado por la fría y cegadora luz de urgencias.
Enrique yacía en la camilla, la mano derecha envuelta en vendas; era la herida que le dejó golpear a Alberto.
Antonia permanecía de pie junto a la cama, hojeando el informe médico de manera mecánica, con una voz tan serena que parecía hablar del clima.
—Fractura leve en los huesos de la mano. Con dos semanas de reposo estará bien.
Cerró el expediente médico y se dio la vuelta para irse, pero Enri

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