Capítulo 23
Sin embargo, quien abrió la puerta no fue solo María.
Ella entró con una leve sonrisa, entrelazando sus dedos con los de Pablo, caminando de su mano hacia Jairo.
Una cubetada de agua helada cayó sobre el corazón de Jairo, sintió que se hundía en un abismo con la sangre hecha hielo.
—María, ¿qué significa esto? Tú y él...
Forzó una mueca que pretendía ser una sonrisa, pero solo fue un rictus doloroso.
La mano apoyada sobre la mesa se cerraba cada vez más, el puño apretado al punto de parecer que estaba a nada de lanzarse sobre Pablo y golpearlo.
María lo miró con frialdad, levantando las manos entrelazadas con Pablo para mostrárselas.
—¿No lo ves? Estamos juntos. Ahora él y yo somos novios. ¿Qué quieres conmigo todavía?
Aquellas dos manos unidas fueron como cuchillas clavándose en los ojos de Jairo, como si desgarraran su pecho. El dolor era tan intenso que apenas podía respirar.
Inspiró con fuerza, y con voz ronca la increpó: —Yo nunca acepté divorciarme de ti, ¿cómo puedes estar con é

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