Capítulo 18
—Esa mujer que trajo el cuerpo, lo hizo con la intención de ayudarla a trascender. Pero mientras tú te aferres a ella, su alma no podrá descansar.
Las palabras del maestro golpearon a Bruno, pero algo en ellas lo hizo reaccionar de inmediato:
—¿Estás diciendo que Alicia sigue viva?
—Murió, pero su alma no se ha desprendido del todo.
—Y esa mujer, la que rezaba, estaba entonando el mantra de liberación, pero tú lo interrumpiste.
Bruno quedó paralizado, de repente, lo invadió una culpa extraña. ¿Y si María realmente había estado orando con sinceridad?
Sintió que debía disculparse.
Pero no podía evitar el impulso de aferrarse a una última esperanza, se inclinó hacia el monje:
—¿Hay alguna forma de volver a verla?
El monje lo miró con gravedad y negó lentamente con la cabeza:
—Eso es imposible.
La respuesta le cayó como plomo. Bruno bajó la mirada, amargamente:
—¿Entonces no podré volver a verla nunca?
El maestro no respondió, en cambio le entregó un pequeño cuaderno delgado y se retiró.
B

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