Capítulo 10
"¡Ariadne!".
Al escuchar su viejo nombre, Alexandra tiró bruscamente de su brazo y una vez que se liberó se colocó, con pasos cautelosos, detrás de Michael, convirtiendo a su asistente en un escudo humano.
No entendía como aquel hombre que se quiso deshacer de ella se atrevía a llamarla así, especialmente ¡después de todo lo que le había hecho!
Sin embargo, al ver que Michael se encogía ante la imponente figura de su ex marido, Alexandra le hizo señas para que se fuera. Además, ¿por qué debía evitarlo? Ella ya no era una esposa sumisa llamada Ariadna Albretch, sino una exitosa empresaria de nombre Alexandra Grey.
"Señor Albrecht, cuide su comportamiento en público", lo reprendió la mujer.
Lucien ignoró la advertencia y la atacó con preguntas: "Ariadne, ¿a qué estás jugando?".
“Ojalá pudiera hacerle la misma pregunta, pero no tengo ganas de perder el tiempo. Así que deje de importunarme, señor Albrecht", respondió ella fríamente, sorprendiendo a su interlocutor.
"¡Contéstame, Ariadne!", exigió el hombre.
“Alexandra”, respondió ella impávida. “Mi nombre es Alexandra, no Ariadne. Y para usted soy la señora Gray o, mejor aún , presidenta Gray, ¿entendido, joven Albrecht?", soltó, poniendo especial énfasis en las últimas palabras para dejarle en claro a Lucien que fuera de los negocios no tenían nada de que hablar.
Esto último preocupó más a su ex esposo que su cambio de actitud.
¿Alexandra? Él no aprobaba ese nombre. La mujer que conocía se llamaba Ariadne. Sin embargo, su aprobación ahora no significaba nada para ella.
Suponiendo que el silencio era el final de tan desagradable conversación, Alexandra intentó irse. Reanudó su camino, pero casi de inmediato sintió una vez más el agarre en su brazo.
En esta ocasión, no se molestó en liberarse, pero lanzó una mirada a*esina al océano picado que tenía su interlocutor por ojos.
"¡Contéstame, m*ldita sea!", escupió casi en un susurro Lucien. A pesar de que lo había dicho en voz baja, la amenaza estaba latente en sus palabras. Se le acababa la paciencia.
Alexandra se dio cuenta de que su silencio lo molestaba más de lo que había imaginado. Y si las miradas pudieran m*tar, estaba segura de que ya no estaría viva. Sería una mentira decir que no se sintió intimidada.
Al ver de cerca el rostro del hombre, al que había amado tanto, lleno de ira y desdén, sintió que su corazón, que apenas comenzaba a recuperarse, se rompía otra vez.
Por mucho que intentó mantener su actitud dura, fracasó en el momento en que su cuerpo tembló ligeramente por el fuerte agarre del intruso. Al sentir que los ojos se le ponían vidriosos y que su corazón se rompió por el dolor, explotó en ella la ira. Empujó con fuerza a Lucien, quien la soltó en el acto.
"Por el bien de nuestras futuras relaciones comerciales, estoy siendo lo más educado posible, pero no me ponga a prueba", comentó la mujer mientras recuperaba la compostura.
"Pero, presidente Albrecht, le recuerdo que esta es mi compañía. Puedo hacer que lo echen en cualquier momento. Así que evítenos la vergüenza de vivir tan penosa situación y compórtese con dignidad. O háganos un favor a los dos y véndame sus acciones en este momento. Tenga la certeza de que le pagaré de inmediato", añadió.
Alexandra cruzó los brazos frente a su pecho antes de cerrar su discurso: "Así no tendremos que volver a vernos. Nunca".
Esperaba que Lucien aprovechara la oportunidad para deshacerse de ella para siempre. Sin embargo, él se rio, metió las manos en los bolsillos de su lujoso abrigo negro y ladeó la cabeza.
"¿Tan desesperada estás por deshacerte de mí?", preguntó.
“Mira quién lo dice. Solo estoy devolviéndote el favor", murmuró amargamente Alexandra.
Los labios de Lucien se estiraron hasta formar una sonrisa torcida. La presidente de la compañía sintió un nudo en la garganta.
Era la primera vez que lo veía hacer eso y esperaba que fuera la última, pues la imagen era perturbadora.
Lucien se acercó a ella y luego inclinó su cabeza. Inhaló fuertemente, dejando que sus fosas nasales se inundaran del perfume de lavandas que conocía tan bien.
Alexandra estaba paralizada por el miedo. Por más que lo intentaba, no podía separar sus pies del suelo.
“Grey Enterprise no me interesa en lo más mínimo. Si lo deseo, con solo chasquear mis dedos puedo hacer que caiga en la ruina". Emitió una carcajada antes de añadir: "Así que si yo fuera tú, escogería mejor mis palabras".
Alexandra apretó con tanta fuerza sus puños que sus uñas perfectas se clavaron en su piel.
¿Cómo se atrevía a amenazarla?
Ella se había dedicado a él en cuerpo y alma durante años y ¿así le pagaba?
"Cuide sus palabras, señor Albrecht. No querrá arrpentirse de ellas después", se burló la mujer. Posteriormente, miró su reloj y dijo: "Oh, no puedo creer que perdí tanto tiempo con usted".
Con su dedo, apuntó hacia la salida y añadió: "Presidente Albrecht, por favor váyase antes de que se me acabe la paciencia".
"Le pediré a mi asistente que te envíe el acuerdo de compra más tarde", contestó él.
Alexandra no dijo más y se metió a su oficina, azotando la puerta.
“Qué molestia…”, soltó mientras se sentaba. Todavía no se acomodaba cuando el teléfono sonó.
"¡C*rajo!", maldijo la rubia, girándose para contestar la llamada.
Cuando notó en el identificador de llamada el número que intentaba contactarla, su semblante cambió.
"Hola, Teodoro. Conocí a un perro que se parece mucho a Desastre", suspiró.
Desastre fue el cachorro que tuvo durante sus primeros años de adolescente. Aunque no parecía un nombre adecuado para un cachorro, cualquiera que hubiera visto el caos que era capaz de crear con tan solo cuatro meses habría reconocido que el nombre le quedaba perfecto.
El hombre del otro lado se alegró de saber que, a pesar de las dificultades por las que había pasado su mejor amiga, todavía conservaba su sentido del humor.
“Eso suena interesante, gatita, pero cuéntamelo en otro momento, ¿quieres? Necesito que revises tus mensajes directos, ahora", indicó Teodoro.
Alexandra se sorprendió por lo extraña de la solicitud. De cualquier forma, decidió revisar su buzón. Apenas se abrió, frunció el ceño.
El enlace que le había enviado su amigo tenía un título interesante, por decir lo menos: ¡Se acabó el secreto! Imágenes exclusivas del rostro de la heredera del Grupo Grey.