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Capítulo 7

Al día siguiente, en el Albrecht Empire, la directora de relaciones públicas estaba intimidada en la oscura oficina de Lucien, bajo su imponente mirada.   “Mi pregunta es simple: ¿Quién ordenó que se hicieran esas publicaciones?”. “La-la Sra. Barrete, señor”, tartamudeó. “Nos indicó que usted estaba al tanto y dio todas las autorizaciones necesarias”. «¿Octavia?», el hombre entrecerró los ojos. ¿Qué pretendía con esos artículos? “Lárgate”, ordenó. En cuestión de segundos, la directora salió corriendo, feliz de escapar de la intimidante presencia de su jefe. Cuando la puerta se cerró, él levantó el teléfono y se comunicó con recursos humanos. La llamada se conectó de inmediato. Sin perder tiempo, ordenó: “Despide a la directora de relaciones públicas. Consigue un reemplazo de inmediato”. Luego, colgó y siguió con su trabajo, revisando notas y otros documentos hasta que una en particular llamó su atención. Al abrirla y leerla, el contenido lo hizo sonreír. ¿Destituir a la presidenta en funciones? ¿Acaso el remitente era tan estúpid*? Aunque esperaba tal represalia luego de escuchar que la nueva directora general era una mujer, tenía que admitir que era una muy capaz. No habían pasado quince días desde su asunción y Grey Enterprise ya estaba pisándole los talones al Albrecht Empire, peleando por la cima. Lucien reconocía su valor, y si no era cuidadoso, Grey Enterprise los superaría sin más. ¡Pero nunca permitiría que eso sucediera! Arrojando la nota a la basura, se movió hacia el escritorio, dejándose caer en la silla. Al segundo siguiente, le asustó el abrupto golpe de la puerta abriéndose. Luego, vio a Lucas que entraba corriendo. Lo observó acercarse, vestido con un pulcro traje negro. Sostenía una sola carpeta cerca de su pecho. “¿Qué significa esto?”, preguntó Lucien en voz baja. Su tono era aún más amenazante que un grito. “Discúlpeme, señor Albrecht”, se apresuró a decir el asistente, ya que no quería perder su empleo. Antes de comenzar a hablar, el sudor ya había empezado a caer por su frente. Parecía a punto de *rinarse en los pantalones ante la intimidante mirada de su jefe. El joven señor era como un ángel sacado de un cuadro célebre, pero su oscura oficina, junto con su traje color carbón cuidadosamente elegido por su nueva prometida, podía hacer que cualquiera se sintiera intimidado por su presencia. Por eso, no era una sorpresa que Lucas apenas pudiera controlarse.  “No recuerdo haberte exigido que pidieras disculpas, Lucas. ¿De dónde viene esto?”. Escalofríos recorrieron la columna vertebral del asistente bajo la amenazadora mirada del presidente. Estaba consciente de que su jefe no era de los que se tomaba con ligereza las interrupciones y los errores matutinos. Bajando la cabeza, Lucas al fin reunió la valentía para decir: “Los antecedentes que solicitó sobre la nueva presidenta de Grey Enterprise están listos”. “Tráemelos”, ordenó Lucien. En respuesta, el joven corrió como si fuera un rayo para entregarle el informe en una tableta.  Una vez que abrió el documento, la oficina se sumió en un silencio sepulcral. En la esquina superior derecha, una imagen de tamaño pasaporte se veía un poco borrosa. A pesar de todo, pudo distinguir los rasgos de la mujer que vestía un blazer de cuero negro. Si bien sólo la mitad de su rostro era visible, no le cabía duda de su identidad. Sus ojos eran idénticos a los grises que solían mirarlo con tanto amor y respeto. El recuerdo instantáneo de su exesposa destelló en sus ojos. El perfil de la presidenta Grey era idéntico al de Ariadne. Lo único que lo confundió fue su melena rubia, ya que su ex era morena.   Siguió mirando el retrato por unos segundos, intentando hacer una lista mental de las similitudes entre ambas mujeres. Luego, desvió la mirada a regañadientes para leer la detallada información que su equipo reunió. Alexandra Grey. Única hija de los difuntos señores Grey. Nacida el 27 de marzo de 1995. Actualmente, preside Grey Enterprise, y posee el sesenta y cuatro por ciento de las acciones de la misma. Estado civil: Soltera. Cerró de golpe la ventana, sin animarse a seguir leyendo, cosa que sobresaltó al asistente. Las coincidencias, como su fecha de nacimiento, eran pocas. Pero sus antecedentes y su nombre eran diferentes. Claro, Lucien nunca se creería la tonta historia de una chica desaparecida por años, que volvía a aparecer de la nada. Además, su regreso coincidió con la fecha en que Ariadne lo había dejado. Eran demasiadas coincidencias. Y ya que lo pensaba, si Ariadne fuera Alexandra, explicaría de dónde había sacado el dinero para comprarle un Patek Philippe sin ayuda. “¿Cómo es posible?”, murmuró Lucien, entrecerrando los ojos. Sus suspiros fueron escuchados por su asistente, que no dudó antes de responder: “También me sorprendió saber que los Grey tenían una heredera mayor de edad. ¿Pero qué podemos esperar, cuándo su identidad siempre fue un secreto?”. Siempre le habían brindado tutores privados. Y cuando necesitaba comprar, vendedores personales acudían a la mansión Grey. La forma en la que había sido criada, en un entorno tan restringido, era un poco extraño. “Si no fuera por las fuentes provenientes de dentro de la empresa, dudo que hubiéramos logrado conseguir una fotografía, ya que su identidad es inexistente en internet”, comentó. Lucas quería seguir investigando, pero Lucien lo cortó: “¿Qué tan exhausta es esta investigación?”. Lucas infló el pecho, retomando su confianza: “La información fue recopilada por nuestros mejores hombres, señor. Sin embargo, hacerlo costó más de lo que presupuestamos. Tuve que mover contactos muy específicos para poder lograrlo”. “Buen trabajo”, lo felicitó su jefe, mientras volvía a abrir el archivo para examinar la fotografía. Ese día, luego del repentino cumplido, Lucas se sintió mucho mejor. Después de todo, no era usual recibir uno del mismísimo Lucien Albrecht. Mientras seguía inmerso en la sensación de ser elogiado, la mirada del otro hombre se oscureció al fijarse en la fotografía. A pesar de las coincidencias, no podía concebir el hecho de que era la misma persona con la que había estado casado durante tantos años. Pronto, Lucas se percató de las miradas que su jefe ejercía sobre la fotografía. Dando un paso al frente, preguntó: “¿Qué deberíamos hacer a continuación, señor?”. Lucien se mantuvo callado durante lo que parecieron ser minutos. Su mirada cambiaba entre la foto y la carta de invitación arrugada . Por más que se rehusara, había algo que siempre lo empujaba hacia su pasado, a la mujer que había desechado dos veces sin pensarlo. Tomando una decisión, finalmente pronunció: “Envíales una respuesta a Daniel y Benjamin Grey”. “Confirma mi participación en la reunión de mañana”.

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