Capítulo 14
Meses atrás.
Cuando el tren se detuvo en la estación, Isabela miró por la ventana el bosque cubierto de nieve.
Le pareció sorprendente y, al mismo tiempo, irreal.
El viento helado del norte era realmente poderoso y, apenas puso un pie afuera, la obligó a temblar sin control.
En el andén, varias personas abrigadas con gruesos chaquetones pasaban deprisa, exhalando nubes blancas en el aire.
Isabela bajó del tren arrastrando su equipaje. El frío atravesó su abrigo y le congeló las piernas, impidiéndole avanzar con normalidad.
La oficina del Departamento Forestal estaba cerca, una construcción de ladrillo con humo saliendo de la chimenea.
Al entrar, una oleada de calor la envolvió al instante.
El encargado era un hombre de unos cincuenta años, con las mejillas enrojecidas por el viento del norte; al verla, se acercó con entusiasmo:
—¿Usted es la señora Isabela? Al fin llegó.
Tomó su equipaje, la invitó a sentarse y le ofreció una taza de café mientras le explicaba la situación del bosque.

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