Capítulo 1
Mi nombre fue escrito en una tarjeta y puesto en una caja de esas del amor a ciegas.
Así que yo, Josefina Medina, una estudiante de escasos recursos en la Universidad Río Claro.
Así termine convirtiéndome en la presa del nuevo juego de caza del círculo social más poderoso de esta universidad.
El encargado de domesticarme fue el líder del consejo estudiantil, Francisco Sánchez.
Él me cortejó como en una telenovela: fue amable, atento y muy generoso.
Todos decían que estaba a punto de convertirme en una rica, como una mascota suya.
Apostaban a mis espaldas, haciendo apuestas sobre cuánto lloraría el último día del plazo de un mes.
Pero nadie conocía la verdad.
Los cazadores más sofisticados a menudo se presentan como presas.
Mi único objetivo al venir a esta universidad fue evaluar el carácter de mi potencial prometido.
Y ahora, la evaluación ha concluido.
...
Me llamo Josefina.
En los archivos de la uni, figuraba como una estudiante de escasos recursos.
El primer día de clases, mi compañera de dormitorio, Carmen, me tomó del brazo y, con mucho misterio, me explicó las reglas de supervivencia en esta universidad.
—Josefina, acuérdate, en nuestra universidad hay dos tipos de personas.
Bajó la voz y señaló un auto deportivo rojo que se alejaba a toda velocidad por la ventana.
—Un tipo somos las personas comunes como nosotras, que entramos con mucho esfuerzo.
—Y el otro tipo son los herederos de familias adineradas que vienen en autos lujosos.
—¡Especialmente ese círculo social liderado por el líder estudiantil Francisco! ¡Tienes que mantenerte lo más lejos posible de ellos!
El rostro de Carmen estaba lleno de seriedad.
—¡Son unos demonios!
—¡Les encanta jugar un juego repugnante llamado "caja del amor a ciegas"!
Mi mano, que sostenía un vaso de agua, se detuvo en el aire mientras la miraba.
—¿Qué clase de juego?
Carmen, al ver que no me lo tomaba en serio, se puso tan nerviosa que su voz empezó a temblar.
—Recogen los nombres de chicas bonitas y de familias humildes, los escriben en tarjetas y los meten en una caja.
—Si un chico rico saca el nombre de una chica, tiene que conquistarla en el plazo de un mes. Hacer que se enamore profundamente y con devoción.
En Carmen se reflejaban el asco y el miedo.
—Y el último día del mes, delante de todos, la dejan de la forma más humillante posible.
—A eso lo llaman "domesticar a la presa". Quien logre que su presa llore con más dolor al final, gana.
Carmen me agarró con fuerza del brazo.
—El semestre pasado, una chica de nuestra facultad fue elegida. Un mes después, descubrió que estaba embarazada.
—Y entonces, la prometida del chico rico la abofeteó en público, y la humilló.
—La chica no lo soportó. Se arrojó desde el edificio de aulas y murió en el acto.
—Por eso, Josefina, tú eres tan linda, y tienes que tener mucho cuidado. ¡Que no se fijen en ti!
Le di unas palmaditas en el hombro, tratando de calmar su tensión.
—No te preocupes, yo solo quiero estudiar bien.
Le sonreí con dulzura, en un intento por tranquilizarla.
Carmen me miró a los ojos y, sin saber por qué, sintió un escalofrío.
Esa noche, en un club privado.
Rosa Aguilar reía con coquetería mientras sacudía una caja.
—¡Francisco, te toca sacar a ti! ¿A ver quién es la afortunada que tendrá tu atención?
Francisco estaba recostado en el sofá, con una copa de vino tinto en la mano, su expresión era indolente pero altiva.
Echó un vistazo a la caja, completamente desinteresado.
Rosa, insistente, acercó la caja hasta casi su cara, con una voz melosa y pegajosa.
—¡Vamos, Francisco, saca una! ¡Esta vez puse el nombre de una chica super linda!
—Ella es una estudiante de escasos recursos de la facultad de arte, se llama Josefina. Es como un ángel. Conquístala y luego déjala. ¡Debe ser muy satisfactorio!
Al oír eso, Francisco extendió la mano y sacó una tarjeta de la caja.
En la tarjeta, claramente estaba escrito el nombre de Josefina.
Francisco la miró fijamente y sonrió con un matiz profundo:
—Muy bien.
—Entonces este mes, vamos a jugar con ella.