Capítulo 6

Francisco se desplomó en el suelo, con la mirada vacía, murmurando sin cesar: —Esto no puede ser... ¿No eras una estudiante con pocos recursos? ¿Cómo podrías ser hija del señor Eduardo? —Mi abuelo dijo que el compromiso con la familia Medina no podía romperse. ¡Si no, me echaría de casa! De pronto levantó la cabeza con violencia y, a gatas, se lanzó hacia mí tratando de agarrarme el tobillo. —¡Josefina, no! ¡Señorita Josefina! ¡Me equivoqué! ¡Me equivoque grandemente! Su cara estaba cubierta de lágrimas y mocos, hecho un desastre, sin el más mínimo rastro de aquel presidente del consejo estudiantil. —¡No soy un hombre, soy un desgraciado, un imbécil ignorante! ¡Yo te amo ¡Siempre te he amado a ti! —¡Te lo suplico ¡Dame otra oportunidad! ¡Por favor, dile al señor Eduardo que no cancele el compromiso! Los guardaespaldas detrás de mi padre se adelantaron de inmediato. Uno a cada lado, lo levantaron como si fuera un pollo. Yo lo miré con frialdad, sintiendo solo repulsión: —¿Amarme? Lo que