Capítulo 11
Gabriela me fulminó con la mirada, cargada de furia.
Yo no le respondí.
Patricia, evidentemente, tampoco pensaba hacerlo.
Solo el chofer bajó del auto: —Este es el estacionamiento privado de la presidencia. ¿Cómo entró aquí?
Gabriela, entonces, volvió en sí y recordó a qué había venido.
Él recompuso el gesto y, con tono disculpante, dijo:
—Ah, ¿en serio? Lo siento, no lo sabía.
—Soy nuevo. Aún no conozco bien la empresa. Estaba tan concentrado en un proyecto que entré sin darme cuenta.
Mientras hablaba, pestañeaba una y otra vez.
Manera tan estudiada que resultaba evidente que lo había practicado frente al espejo.
Lo observé, tan artificial en su actuación.
Recordé cómo antes manejaba con soltura cada una de las emociones de Camila.
Siempre con un aire de despreocupación y aparente control.
Resultaba que, ante la persona que realmente le importaba, también podía mostrarse torpe.
Casi como un payaso.
Pensé en mis propios colapsos, en las discusiones con Camila. Tal vez, para ella, yo ta

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