Capítulo 2
Del otro lado de la línea llegó la voz suave del personal. —Solo aceptamos solicitudes de pacientes con enfermedades terminales.
—Me han diagnosticado cáncer en etapa terminal.
La persona al otro lado guardó silencio por unos segundos, y su tono se volvió aún más delicado. —Lamentamos mucho escuchar eso. Aceptaremos su solicitud y le daremos dos semanas para que ponga en orden todos sus asuntos. Cuando llegue el momento, por favor, venga a Suiza. Nosotros la acompañaremos en su último trayecto.
—Gracias.
Después de colgar, Belén comenzó a toser con violencia, y una oleada de sabor metálico subió por su garganta.
Tropezando, corrió angustiada al baño y escupió un bocado de sangre fresca.
Tomó de una tres analgésicos antes de lograr reprimir el dolor a duras penas, y con las últimas fuerzas que le quedaban, tomó un taxi a casa, se acurrucó temblorosa en la cama y rápido cayó en un sueño turbio y pesado.
A la mañana siguiente, Belén se obligó a levantarse y, una por una, escribió en un papel las cosas que tenía que resolver.
1. Comprar una parcela de cementerio para sí misma
2. Organizar muy bien sus pertenencias
3. Cancelar todas sus cuentas en redes sociales
...
A causa del dolor insoportable, tardó mucho tiempo en terminar esa sola hoja, escribiendo a intervalos irregulares.
No supo cuánto tiempo había pasado hasta que por fin terminó de escribir. Apenas iba a tomar el celular para mirar la hora cuando, de pronto, apareció una actualización de Isabel en Facebook: Cristian estaba cariñoso al lado de la cama, dándole de comer con esmero, acompañado del texto "Sobrevivientes de la tragedia".
Sus dedos temblaron y, sin querer, entró en la publicación.
Acto seguido notó que la configuración de privacidad de Isabel estaba abierta; podía ver todas las actualizaciones de los últimos tres años.
Aquellas dulces rutinas diarias que antes estaban bloqueadas para ella, ahora se exhibían sin filtro alguno ante sus ojos.
[Cristian me preparó el desayuno con sus propias manos. Dijo que así me cuidaría todos los días]. La foto mostraba su perfil, inclinado mientras freía un huevo; su ternura resultaba conmovedora.
[Me llevó cargada por toda la calle, dijo que pesaba menos que una nube de azúcar]. En la imagen, ella estaba con dulzura sobre su espalda, sonriendo radiante.
[Lo besé a escondidas y me atrapó]. En el video, ella se ponía de puntillas para besarlo, él bajaba la cabeza para corresponder su tierno beso, un momento tan romantico que le partía el alma.
Deslizando publicación tras publicación, los dedos de Belén temblaban, y las lágrimas caían desbordadas sobre la pantalla, nublando su vista.
En los días en que ella colapsó y pensó en suicidarse, Cristian e Isabel reían entretenidos en la cocina mientras preparaban la comida juntos. En las noches de insomnio de Belén, ellos viajaban a la playa. El día que tomó somníferos y terminó con un lavado de estómago, ellos lanzaban felices fuegos artificiales en un parque de diversiones...
Resultaba que, en esos días en los que ella sentía que ya no podía seguir adelante, ellos vivían tan felices.
La pantalla del celular se empapó de lágrimas, y el agudo dolor en su pecho la asaltaba como oleadas, una tras otra, a punto de ahogarla.
No pudo seguir mirando; de golpe cerró furiosa la aplicación.
Por la tarde, fue a un cementerio en las afueras de la ciudad.
—Esta parcela tiene la mejor ubicación, orientada al sur, con vista a todo el bosque de arces. —El personal lo presentaba con efusividad—. En otoño, las hojas rojas cubrirán toda la ladera.
Belén la compró, firmó y pagó enseguida.
Justo cuando estaba por marcharse, una voz familiar se escuchó a sus espaldas.
—¿No se podría ceder esta parcela?
—Lo siento mucho, señor. Esta señorita ya la ha comprado. Puede hablarlo con ella si lo desea.
Belén se giró lentamente y, de improviso, se encontró con la mirada atónita de Cristian. —¿Beli? ¿Dime para quién estás comprando una tumba?