Capítulo 19
Rubén se dio la vuelta sin piedad y, apenas llegó a la puerta, un grito de sorpresa resonó a sus espaldas. Al volverse, vio a Isabel abalanzándose sobre él con un bisturí en la mano, que le clavó con fuerza en el cuerpo.
Ella, habiendo perdido hasta el último atisbo de esperanza, tenía en los ojos un odio que lo decía todo. Las venas en los bordes de sus ojos estaban casi al borde de romperse.
La expresión de Isabel ya podía describirse como demencial; su figura, esquelética y delgada, aún llevaba restos de sangre y coágulos del embrión en el cuerpo. Con los ojos inyectados en sangre, sacó el bisturí y se lo clavó de nuevo con violencia.
El olor a sangre en el aire se hizo aún más intenso, pero a ella no le importó en absoluto; en sus ojos solo existía ese hombre que la había torturado todo este tiempo.
¡Esta era la única oportunidad de venganza que tendría en su vida!
—¡Rubén! ¡Muérete!
Un odio infinito devoró por completo a Isabel. Al ver el bisturí penetrando el cuerpo de Rubén, sol

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