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Capítulo 1

Se decía que en el corazón de cada hombre había escondido un amor imposible. Lucía siempre había pensado que Tomás era la excepción, pues entre ellos también había existido un cariño intenso desde jóvenes. Lástima que el mundo no fuera más que un gigantesco escenario para los amores inalcanzables. Tomás, al parecer, tampoco escapaba de esa realidad mundana. Lucía había estado con Tomás desde los dieciocho años: siete años completos hasta el día de hoy. Más de dos mil días y noches de compañía, compartiendo todo tipo de intimidades, y aun así no podían compararse con un solo instante deslumbrante de la juventud de un hombre. Resultaba casi ridículo decirlo. Ella había pasado siete años a su lado y aun así no había logrado comprender el corazón de un hombre. Entonces, ¿cuánto habría amado él a esa persona para estar dispuesto a guardarla tan profundamente en su corazón durante tantos años? La distracción de Lucía hizo que Tomás, que se entregaba con fuerza, se irritara, advirtiéndole que no se dispersara. Tomás siempre había sido muy intenso en la cama. Luego, sin querer, tumbó una caja lacada negra que estaba en la mesita de noche. Él se apresuró a atraparla para evitar que la golpeara. Quizá porque no la había visto antes, preguntó con una curiosidad inusual: —¿Qué es esto? Lucía retiró la caja sin mostrar emoción y la arrojó a un lado; luego lo atrajo del cuello y rozó su garganta. —¿En un momento así aún puedes distraerte? ¿Ya te cansaste de mí? Tomás no pudo resistir su tentación y lo olvidó todo al instante. Mientras el hombre enloquecía por ella, Lucía giró la cabeza hacia la caja negra que había quedado a un lado, y sus ojos se humedecieron ligeramente. Tomás jamás sabrá lo que había dentro de esa caja. … Un mes antes, el Grupo Evolux había salido exitosamente a bolsa, y los amigos del círculo de Tomás le habían organizado una pequeña fiesta de celebración. Lucía asistió, elegante, con la intención de pedirle matrimonio a Tomás en aquella celebración. Se suponía que aquello era cosa de hombres. Pero Lucía amaba tanto a Tomás que estaba dispuesta a dejar a un lado el orgullo y la reserva de una mujer para tomar la iniciativa. Nadie sabía que había esperado siete años completos por ese día. Tomás era muy ambicioso, así que Lucía cambió la carrera que le gustaba y eligió Finanzas, que en realidad no le atraía, solo por él. Al graduarse de la universidad, rechazó la admisión de una prestigiosa institución extranjera para entrar al Grupo Evolux y ayudar a Tomás. Desde el puesto más básico, había ascendido paso a paso hasta convertirse en secretaria general. Las duras dificultades de ese proceso solo Lucía las conocía. En los momentos en que el amor la desbordaba, Lucía quiso preguntar muchas veces a Tomás. "¿Te casarás conmigo?". Pero al final siempre se contuvo y nunca llegó a decirlo. La madre de Lucía solía decir que ni los regalos ni el amor debían pedirse con la mano extendida. Lo que se daba de manera espontánea era un favor especial; lo que se pedía era caridad. Y Tomás tampoco era un hombre que expresara sus sentimientos con facilidad. Además, durante todos esos años solo la había tenido a ella a su lado; jamás había aparecido otra mujer. Parecía natural que todo fluyera y que ese fuera el resultado inevitable entre ellos. Por ese resultado, Lucía había estado luchando incansablemente por el Grupo Evolux todos esos años. Arriesgando el pellejo sin distinción de tareas ni dificultades. Había bebido tanto y había ido tantas veces al hospital que casi ya no lo recordaba. La vez de la intoxicación alcohólica y el aborto, estuvo a punto de morir en la mesa de operaciones. Su amiga cercana, Alba Reyes, le preguntó: —Después de haber caminado al borde de la muerte, ¿te arrepientes? ¿Vale la pena quedar tan destrozada por un hombre? Lucía asintió sin dudar. —Vale la pena. Alba le puso un apodo. ¡La guerrera que se lanzaba al frente por amor! Y dijo: —Espero que no pierdas. En aquel entonces, Lucía le respondió con total seguridad: —¡Tomás no me dejará perder! Ese convencimiento la sostuvo hasta que el Grupo Evolux salió a bolsa. Nadie sabía que, el día en que Tomás tocó la campana en Venturis, ella se encerró en su habitación y lloró desconsoladamente. Después de llorar, se secó las lágrimas y comenzó a preparar la sorpresa de su propuesta de matrimonio para Tomás. No había otro modo, Tomás estaba demasiado ocupado. Tras el exitoso debut en la bolsa, tenía muchos proyectos que impulsar. Además, debía recibir las felicitaciones de numerosos familiares, amigos y socios; seguramente no tendría tiempo para pensar en su relación. Así que ella decidió tomar la iniciativa. ¡Ayudar a Tomás a compartir su carga! Aunque llevaba mucho tiempo mentalizándose, cuando llegó el momento de enfrentarse a ello, Lucía seguía tan nerviosa que apenas podía sostenerse. De pie frente a la puerta, no dejaba de ajustar la respiración y frotar sus manos que temblaban sin parar. Temía que, antes de siquiera abrir la boca, la emoción la hiciera atragantarse y no pudiera pronunciar el discurso de propuesta que ya sabía de memoria. Dentro, la fiesta estaba en su punto, y alguien hablaba con entusiasmo. —Tomás, ¿sigues en contacto con Norma Álvarez? —¿Norma? ¿No era ella el amor de su vida? ¿Por qué se lo preguntas de repente? —Escuché que Norma va a regresar al país. —Entonces Tomás podría retomar su historia con su gran amor, ¿no? La mano de Lucía, que aún temblaba por la emoción, se detuvo de golpe. —En serio, el padre de Norma ha tenido una carrera política formidable estos años. Si Tomás se casara con ella, sería una gran ventaja para él y para el Grupo Evolux; son una pareja ideal, bien correspondida en todos los sentidos. —Y además ella es el gran amor de Tomás. ¡Amor y éxito profesional al mismo tiempo! Quien hablaba era Sebastián Guerrero, amigo de la infancia de Tomás. Sebastián solía decir que él y Tomás habían crecido juntos desde pequeños, así que sus palabras eran indiscutibles. ¿Tomás… tenía un gran amor? El corazón de Lucía se estremeció con un dolor repentino. —¿Y qué pasa con Lucía? —preguntó alguien con curiosidad—. Al fin y al cabo, ella ha estado con Tomás tantos años. Aunque no sea Norma, ha pasado por muchas cosas por él, ¿no? Sebastián se encogió de hombros, indiferente. —¿Y qué? Le das algo de dinero y ya está. —Si de verdad le gusta tanto, pues que se quede a su lado después del matrimonio. Todos los que lo rodeaban eran iguales: aparentaban devoción absoluta, pero en secreto andaban sembrando amoríos por todas partes. Afuera, los dedos de Lucía, que se aferraban con fuerza, ya habían perdido la sensibilidad. Anhelaba desesperadamente saber la respuesta de Tomás. Esperaba que él lo negara de inmediato, que les aclarara a todos. Que la que él amaba era Lucía, y que a quien quería tomar por esposa era a ella. Pero por más que esperó, lo único que escuchó fue una frase ligera de Tomás: —¿Desde cuándo se volvieron tan chismosos? Ni lo negó ni lo refutó. Sonaba más bien como si lo estuviera dando por sentado. —Sí, sí, sí. En un día tan bueno mejor hablemos de algo emocionante, que ya me estoy quedando dormido de tanto beber. Sebastián se incorporó del sofá, animando de nuevo el ambiente. Era un hombre mujeriego; cambiaba de pareja más rápido que de ropa. Siempre buscaba juegos nuevos, así que propuso una ronda de confesiones. —Cada uno diga la cosa más emocionante que haya hecho. Alguien soltó de repente: —Hacer el amor en un auto. Sebastián lo desestimó. —¿Eso te parece emocionante? El otro añadió: —En un tren de alta velocidad. Todo el salón estalló en exclamaciones. —¡Este sí que sabe vivir! Sebastián, emocionado, miró al aburrido Tomás que estaba a su lado. —¿Y tú, Tomás? ¿Qué cosa emocionante has hecho tú? Tomás pareció pensar unos segundos antes de responder: —Ser el tercero en discordia por amor. En cuanto lo dijo, todo el privado se vino abajo entre gritos. ¡Era Tomás! El heredero de una de las familias más poderosas de Miraflores, nacido en cuna noble, con una posición acomodada… ¿qué clase de mujer no podía conseguir? Si no fuera un amor verdadero, jamás habría llegado a semejante extremo. Sebastián fue quien reaccionó con más fuerza; su voz era tan alta que atravesaba la puerta y hacía vibrar los tímpanos de Lucía. —¡Es Norma, ¿verdad?! ¡Lo sabía! ¡Tú aún amas a Norma! ¡En aquel entonces tú estabas enamorado de ella, y ella estaba enamorada de Hugo Guerrero, así que te metiste en medio por amor! ¡Tomás, eres un auténtico dios de la pasión! Las risas y las bromas cayeron sobre Lucía como cubos de agua helada, empapándola de un frío que calaba hasta los huesos. El estómago se le revolvió sin control y, sintiéndose incapaz de mantenerse en pie, se agachó lentamente. Sebastián seguía hablando. Le preguntó a Tomás: —Dime la verdad, ¿el diez de octubre te viste con Norma? Tomás respondió: —¿Cómo lo sabes? —Ella lo subió a Instagram ese día. Algo como que: el reencuentro es lo más romántico del mundo. ¡En cuanto lo vi supe que había sido contigo! —¿Y esa noche hubo algún avance? ¿Como las cenizas de un amor que vuelve a encender los sentimientos entre ustedes?
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