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Capítulo 2

Sebastián cotilleaba sin parar. Las demás personas en la sala también seguían animándolo, haciendo un alboroto ensordecedor. Lucía no alcanzaba a oír lo que Tomás había dicho; solo sentía el estómago retorcerse con un dolor intenso. Pero aquel dolor no llegaba ni a una décima parte del tirón que sentía en el pecho. Diez de octubre. Era el día en que había sufrido una intoxicación alcohólica y un aborto. El día en que había cruzado sola las puertas de la muerte, mientras él reanudaba la historia con su gran amor. —Señorita Lucía, ¿qué le pasa? ¿No se siente bien? La camarera que pasaba por allí se asustó al ver a Lucía agachada en el suelo, completamente pálida. Lucía le rogó que la ayudara a llamar a una ambulancia. Cuando ya yacía en la camilla, empapada en sudor frío, entró una llamada de Tomás. En otras ocasiones, por cansada o adormecida que estuviera, siempre atendía de inmediato cuando Tomás llamaba. Pero ese día el dolor era demasiado. Dolía tanto que no quería ocuparse de nada ni aferrarse a nada. Ni siquiera a Tomás. … Lucía estuvo cinco días ingresada en el hospital por una gastritis severa. Se había desencadenado porque, tras la intoxicación alcohólica y el aborto, no se había recuperado adecuadamente. Durante toda su hospitalización, Tomás no la buscó ni una sola vez. Ni siquiera envió un mensaje. Quizá, desde el principio, en el mundo de Tomás ella siempre había sido prescindible. Simplemente no se había dado cuenta antes. El lunes, Lucía volvió a la oficina. La asistente Viviana Rojas se acercó a hablar con ella en tono misterioso: —Lucía, ¿no te has enterado? ¡Viene un refuerzo externo a nuestro Grupo Evolux! ¡Y es una mujer! —¿Un refuerzo externo? —Lucía arrugó la frente, dudando de aquella afirmación. Tomás siempre había sido estricto en la contratación. Incluso Lucía había entrado en Grupo Evolux comenzando desde lo más básico como becaria. La empresa jamás había tenido precedentes de incorporaciones directas. Pero Viviana lo afirmó con absoluta certeza. —¡Es verdad! ¡Yo misma vi la carta de nombramiento firmada por el señor Tomás! ¡Directora de Inversiones de la Tercera División! El entrecejo de Lucía se tensó. Ese era el puesto que Tomás le había prometido. Durante años, Lucía había trabajado sin descanso por Grupo Evolux, y todos en la empresa lo habían visto. Según las reglas de ascenso, hacía mucho que podía haber ocupado un puesto directivo y llevar proyectos de forma independiente. Pero Tomás decía que estaba acostumbrado a que ella fuera su secretaria, que no encontraba a nadie capaz de reemplazarla, y por eso seguía en el departamento de secretaría. También le había dicho que el puesto de directora del Departamento de Inversiones III siempre estaría reservado para ella. Cuando Grupo Evolux saliera a bolsa con éxito, él mismo emitiría la carta de nombramiento y la ascendería. —¿De verdad? —El párpado de Lucía tembló con inquietud mientras preguntaba con calma: —¿Cómo se llama? —Creo que se llama Norma… —Viviana solo le había echado un vistazo, sin alcanzarlo a ver bien. Los dedos de Lucía se estremecieron; la taza que sostenía cayó al suelo y el agua caliente salpicó por todas partes. Viviana se sobresaltó. —Lucía, ¿te quemaste? —No. El agua no estaba tan caliente, pero ella sintió una quemadura más intensa en su interior. —Norma —dijo Lucía. Viviana, desconcertada, no reaccionó. —¿Qué? Lucía inhaló hondo. —Esa persona se llama Norma, la futura directora de la Tercera División de Inversiones. —¡Ah, sí! ¡Ese mismo nombre! Lucía, ¿la conoces? —No la conozco. Tomó su taza y volvió a llenarla de agua. La noticia del fichaje externo se difundió rápidamente por la empresa, y muchos acudieron a Lucía para confirmarla. Lucía comenzó a sentirse agotada de tantas preguntas; su buen carácter fue desgastándose hasta que, finalmente, estalló. —Si tanto les intriga, ¿por qué no van directamente a preguntarle al señor Tomás? Apenas terminó de hablar, la oficina presidencial quedó en silencio durante unos segundos, antes de que se oyera la suave voz de una mujer. —Tomás, parece que tus empleados tienen un temperamento bastante fuerte. Lucía miró hacia la fuente de aquella voz y sintió que la cegaba la imagen de dos figuras que avanzaban juntas. Tras días sin verlo, Tomás dirigió a Lucía una mirada fría y fugaz mientras presentaba a la mujer que lo acompañaba. —Les presento a la señorita Norma, la nueva directora del Departamento de Inversiones III. A partir de ahora, ella se encargará de todos los proyectos del departamento. Todos comenzaron a saludar a Norma. Norma tenía un carácter encantador; sonreía a cada persona con amabilidad. —De ahora en adelante, espero contar con la colaboración de todos. Incluso había traído pequeños obsequios de bienvenida, y Tomás la ayudaba a llevar las bolsas. Lucía dejó escapar una sonrisa llena de ironía. Cuando ella acompañaba a Tomás, siempre era la que corría de un lado a otro cargando cosas; él jamás la ayudaba. Pero cuando se trataba de su gran amor, entonces sí estaba dispuesto a hacerlo. Al final, amar o no amar hacía toda la diferencia. Norma también le dio a Lucía un pequeño regalo: un set de reposamuñecas con diseño de carpinchos. —Vaya, coinciden. —Norma se sorprendió al ver el reposamuñecas que Lucía ya tenía en su escritorio. Luego se volvió hacia Tomás. —Tomás, al final ustedes tienen gustos parecidos. Tras decirlo, sonrió con cierta incomodidad hacia Lucía. —Estos regalitos de bienvenida los compré con Tomás. No imaginé que fueran iguales. Si te molesta, luego puedo darte otro distinto. —No hace falta, no me molesta. —Lucía aceptó el set de reposamuñecas. Tomás indicó: —Secretaria Lucía, lleve a la señorita Norma a familiarizarse con el entorno. Lucía no tenía forma de negarse. Una de las normas del departamento de secretaría de Grupo Evolux era priorizar siempre las órdenes directas del presidente. Era evidente que Norma tenía un gran carácter; hablaba con todos de manera educada y amable. Y su apariencia era impecable, su cara era prácticamente perfecta. Al fin y al cabo, quien podía ser el gran amor de Tomás difícilmente sería alguien común. Después de recorrer las instalaciones, Norma expresó que quería ver su oficina. Esa oficina había sido terminada hacía apenas medio mes. Lucía había supervisado personalmente toda la obra. La decoración y la distribución del espacio habían sido diseñadas según los gustos de Lucía. Ella era quien más deseaba sentarse allí. Así como siempre había deseado casarse con Tomás. Pero a estas alturas, ni el amor ni la carrera habían terminado siendo suyos. —Me gusta mucho el estilo de esta oficina; tiene más calidez de la que imaginaba, y además está muy cerca de Tomás. —Norma parecía realmente satisfecha. Deseaba tanto compartir esa alegría con Tomás que dejó allí a Lucía y salió corriendo para buscarlo en la oficina de al lado. Lucía se quedó sola dentro de aquel espacio, sintiéndose como una completa bufona. Miró alrededor, a la oficina que había decorado con tanto esmero, y sintió que algo le estrujaba el corazón hasta convertirlo en un nudo. No podía respirar. … Al mediodía se celebraba la reunión semanal, una de las juntas más importantes de Grupo Evolux y el momento en que toda la empresa se mantenía en máxima alerta. Nadie se atrevía a llegar tarde, incluida Lucía. Excepto… Norma. Aunque era una recién llegada, se atrevió a romper una norma establecida por el propio Tomás. Lucía pensó que Tomás se enfadaría. Al menos debería reprenderla. Pero no dijo nada. Ni una sola palabra dura. Solo le indicó con calma a Lucía que repartiera el material de la reunión. En ese instante, Lucía quedó desconcertada. De golpe recordó cuando era becaria. Aquel día llegó tarde a la reunión por tener fiebre debido a la gripe, y Tomás la había reprendido delante de toda la empresa. Él nunca tuvo en cuenta que se había contagiado por cuidarlo. Después ella se sintió dolida y llegó a reclamarle. Tomás explicó que la empresa recién empezaba, que debía fijar reglas estrictas y dar ejemplo. Y ella había sido la herramienta para imponer su autoridad. Lucía se consoló diciéndose que Tomás solo separaba lo personal de lo profesional, que no tenía nada en contra de ella. Años después, la escena frente a ella era como una cachetada sonora que la golpeaba con fuerza. Resultaba que él también sabía romper sus propias reglas, solo que la persona por la que estaba dispuesto a hacerlo no era ella. Entre unas personas y otras, siempre había diferencias. Como también las había entre amar y no amar.

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