Capítulo 26

—Llévanos al restaurante. Tomás empleó un tono imperativo. Como siempre, tratándola como alguien a quien podía llamar o descartar a su antojo. Pero ella ya no era la misma Lucía de antes. Ya no lo recibiría con sumisión. Lucía rechazó su orden sin agachar la cabeza, aunque sin perder la cortesía. —Puente de Agua está muy cerca de aquí, señor Tomás. Puede tomar un taxi perfectamente. Tomás arrugó la frente; en su mirada apareció una clara impaciencia, recordándole con firmeza: —No olvides que el auto que conduces ahora es de la empresa. Yo decido cómo debe usarse. A Lucía se le vino el ánimo abajo de golpe. Sí. El auto pertenecía al Grupo Evolux. El Grupo Evolux era de Tomás. Nada tenía que ver con ella, aunque hubiera entregado siete años de su vida al Grupo Evolux y a Tomás. Lucía contuvo la amargura en el pecho y le devolvió las llaves. —Tómelas. Si el trabajo ya no importaba y la persona tampoco, entonces el auto no tenía por qué seguir con ella. Todas esas cosas se las había dado é