Capítulo 36
Toda la injusticia que había sufrido en esos días, en ese instante la envolvía como una ola desbordada que se precipitaba sobre ella.
Por más firme que fuera su coraza, se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos.
La emoción venció a la razón, y ella, impulsivamente, quiso buscar a Tomás para obtener una explicación.
Cuando su mente recobró un poco de claridad, ya estaba frente al edificio de Tomás.
El viento frío silbaba.
Lucía había salido con tanta prisa que ni siquiera tuvo tiempo de ponerse un abrigo.
El frío cortante se colaba sin tregua por su cuello.
Ya que había llegado hasta allí, Lucía decidió hablar con Tomás con total franqueza.
Pero justo cuando sacó el teléfono, vio el auto de Tomás regresando desde afuera.
Los faros la deslumbraron; cuando logró adaptarse un poco, el auto ya estaba estacionado con firmeza en su plaza privada.
Lucía estaba a punto de llamar, pero vio a Norma bajar del asiento del copiloto con una sonrisa.
La voz se le atascó en la garganta y no pudo emitir

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