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Capítulo 6

Al día siguiente, en cuanto Lucía llegó a la empresa, Viviana fue a buscarla con gran misterio para mostrarle lo que había descubierto esa misma mañana. —Anoche, parece que la señorita Norma pasó la noche con el señor Tomás. Viviana bajó mucho la voz, temiendo que alguien más pudiera oírla. En su celular guardaba las pruebas que había tomado a escondidas. —Esta mañana llegaron en el mismo auto, y además la señorita Norma llevaba la misma ropa de ayer. Lucía echó una mirada de soslayo a la foto en la pantalla. El hombre estaba de pie junto a la puerta del auto, con media cara oculta en la sombra y la cabeza inclinada hacia Norma, que estaba a punto de bajar. Quizá por lo delicado del ángulo en que había sido tomada, la imagen transmitía una sensación de intimidad. Lucía guardó silencio unos segundos mirando fijamente la foto; luego apartó la vista y se tomó de golpe todas las pastillas. Bebió varios sorbos de agua caliente para tragarlas; el líquido hirviente descendió por su garganta sin provocarle dolor ni cosquillas. De verdad, no dolía en absoluto. Pasó toda la mañana ordenando los expedientes de los proyectos que tenía entre manos, y hasta encontró tiempo para redactar su carta de renuncia. Durante ese lapso, Norma fue cuatro veces a la oficina de Tomás; cada visita duró más de media hora. A juzgar por lo grata que parecía la compañía, Tomás debía de estar de buen humor, pues no llamó a Lucía para reclamarle por haber incumplido su orden de la noche anterior. Cerca del mediodía, Tomás salió de la oficina acompañado de Norma. Al pasar por el puesto de Lucía, ni siquiera se detuvo. Norma estaba hablando con él, preguntándole qué quería comer al mediodía. Ella invitaba, como muestra de agradecimiento por haberla ayudado la noche anterior a evadir las copas. Tomás comentó que cerca había un restaurante de sopas nutritivas muy bueno, cuyo caldo estrella era excelente para revitalizar la sangre; le dijo que era justo lo que a ella le convenía beber en ese momento. Norma se conmovió visiblemente. —Tomás, qué detallista eres. Antes de que las puertas del ascensor se cerraran, Lucía escribió su nombre en la carta de renuncia. Viviana le envió un mensaje para preguntarle qué comerían al mediodía. Lucía lo pensó un instante y contestó: —Vamos a Herbalía Restaurante. Viviana aceptó. Era justo la hora del almuerzo, así que había bastante gente. Nada más entrar, Lucía vio a Tomás y a Norma; era imposible pasarlos por alto, su mesa estaba demasiado a la vista. —¿Cómo puede ser tanta casualidad? —murmuró Viviana, preocupada por si aquello afectaba a Lucía. Pero ella reaccionó con mucha calma, apartando en seguida la mirada de ambos. —Allí hay una mesa libre. El camarero conocía a Lucía y, al verla sentarse, se acercó con una sonrisa. —Señorita Lucía, ¿hoy también viene por el caldo de verduras? Lucía negó con una sonrisa. —No, hoy quiero una sopa que sea buena para el estómago. —¿Su jefe ya se curó de los problemas de insomnio? —preguntó el camarero casi sin pensar. A fin de cuentas, cada vez que Lucía iba a Herbalía Restaurante era para comprar una sopa medicinal contra el insomnio para su jefe, sin importar el clima. Con el tiempo, Lucía se había convertido en una clienta habitual, y la mayoría de los empleados la conocían. Lucía respondió con expresión tranquila: —Sí, ya no la necesitará. De ahora en adelante, lo único que ella necesitaba era cuidar de su propio estómago. Viviana preguntó al camarero: —¿Tienen alguna sopa que ayude a reponer la sangre? Estoy en los días de mi periodo y me siento débil, siempre con bajones de azúcar. —Sí, sí, hoy tenemos tres raciones limitadas de caldo de pollo. Ha tenido suerte: justo queda una. Las otras dos ya las compró ese señor de allí para su novia. El camarero dijo con un tono en el que era imposible ocultar la envidia: —Son realmente una pareja perfecta, él guapo y talentoso, ella hermosa y con porte. ¡Y lo mejor es que él la trata de maravilla! ¡Hombres así casi no se ven hoy en día! Viviana casi deseó taparle la boca con la mano. Porque de quienes hablaba el camarero eran precisamente Tomás y Norma. Así que Tomás había traído especialmente a Norma a tomar una sopa nutritiva para reponer la sangre porque estaba con el periodo y necesitaba ese tipo de cuidado. Y que ayer dijera que no se sentía bien y la ayudara a evitar el alcohol, seguramente también se debía a eso. ¿En qué tipo de relación tan íntima y profunda tendrían que estar para que él supiera algo así con tanta exactitud? Tras siete años juntos, Tomás sí había tenido momentos de ternura y consideración. Pero incluso entre marido y mujer existe la frialdad de los cinco años y el hastío de los siete; ella y Tomás no eran la excepción. A medida que Grupo Evolux prosperaba y expandía su presencia comercial. Tomás estaba tan ocupado que apenas tenía tiempo de respirar, mucho menos para el romance. Lucía ni siquiera podía recordar la última vez que ambos habían tenido una cita a solas. Mucho menos un tipo de atención tan detallada y cuidadosa como aquella. Cuando el camarero se marchó, Viviana preguntó de inmediato, nerviosa: —Lucía, ¿estás bien? Lucía volvió en sí y negó con suavidad. —Estoy bien. La sopa nutritiva de Herbalía Restaurante, en efecto, hacía honor a su fama. Tras beber dos pequeños cuencos, Lucía sintió el estómago tibio y reconfortado. Así que una persona debía tratarse mejor a sí misma. Ser bueno con otros no siempre tenía recompensa, pero ser bueno con uno mismo sí la tenía. Y era la recompensa más directa. … Por la tarde había una reunión de decisiones de inversión. Era la primera vez que Norma asistía a una reunión del comité de inversión en calidad de directora de la Tercera División de Inversiones. Todos estaban bastante curiosos por ver cuál sería el desempeño de esta recién nombrada directora. Norma comenzó presentando su formación: doctora en Economía por la Aldington School of Finance, en Llanoazul. Hubo un murmullo de asombro en toda la sala de reuniones. ¡Con razón el señor Tomás había ido personalmente al extranjero a contratarla! ¡Con razón había podido incorporarse directamente a Grupo Evolux! ¡Resultaba ser una diosa de la alta formación académica! La Aldington School of Finance de Llanoazul era una escuela de negocios reconocida mundialmente. Muy pocas personas lograban obtener un doctorado en Economía allí. Y más aún tratándose de una mujer tan atractiva. La secretaria Lucía… no había perdido injustamente. Algunos que antes pensaban que Lucía no merecía lo que le había pasado empezaron a dudar. Todos tenían cierta inclinación a admirar a los fuertes, y ellos no eran la excepción. Después de todo, Lucía solo tenía una licenciatura de una universidad nacional, ni siquiera un posgrado. ¿Cómo podía compararse con Norma? Lucía, como siempre, se concentraba en tomar las actas de la reunión. Pero al escribir las palabras: Aldington School of Finance, sus dedos se detuvieron unos segundos sobre el teclado. En su momento, ella también había recibido la carta de admisión de la Aldington School of Finance. Pero renunció a esa oportunidad para ayudar a Tomás. Por esa decisión, su profesor universitario aún la ignoraba por completo. Jamás habría imaginado que, años después, perdería precisamente por la decisión que tomó entonces. Una vez que Norma obtuvo ese halo de prestigio, cuando Tomás anunció que ella había conseguido el proyecto del Grupo Altamira, a los demás ya no les pareció extraño. Como si realmente hubiera sido Norma quien lo había negociado. Era bastante irónico. Viviana, indignada, le envió un mensaje privado a Lucía. [¿Cómo que el proyecto de Grupo Altamira ahora resulta ser de la señorita Norma?] Viviana estaba realmente indignada y le mandó a Lucía varios mensajes seguidos, uno tras otro. [¡Ese proyecto lo conseguiste tú, Lucía, bebiendo hasta provocarte una hemorragia gástrica! ¿Con qué derecho te lo quitan?] [¿Cómo puede ser tan parcial el señor Tomás?] [No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo]. [¡Estoy a punto de explotar!] Lucía trató de calmarla. [Ya, tranquila. No importa]. Si hasta Tomás, al que había amado siete años, podía entregarlo todo en manos de otra, ¿qué significaba un simple proyecto en comparación? Pero Viviana seguía indignada. [¡Pero si es un proyecto que lograste con tantísimo esfuerzo! ¿Acaso el señor Tomás no sabe que por ese proyecto perdiste un bebé?]

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