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Capítulo 9

Sebastián pensaba que Tomás se sorprendería mucho. No obstante, su reacción fue sorprendentemente tranquila. —¿Ismael aún no se ha dado por vencido? —Entonces, ¿quieres decir que… no es la primera vez que Ismael intenta contratar a Lucía? —Ajá. —Tomás no le dio importancia; es más, su tono sonó muy seguro—. No va a conseguir llevársela solo contratándola. Lucía no se irá con él. Sebastián pensaba lo mismo y soltó una risita. —Sí, ¿cómo podría Lucía tener el corazón de dejar el Grupo Evolux? Dejando de lado cualquier otra cosa, mientras Tomás siguiera en el Grupo Evolux, era imposible que Lucía se marchara. —Esa mujer, Lucía, es demasiado calculadora. Yo diría que quedó con Ismael en el Rincón Saludable a propósito, solo para que yo los viera y así pudiera hacerte llegar el rumor, para que creas que tiene intención de cambiar de trabajo y te veas obligado a pedirle que se quede. Sebastián bromeó con un tono de quien creía tenerlo todo perfectamente claro. —Seguro que, al ver que le das más importancia a Norma y que a ella la ignoras, se ha puesto a jugar estas pequeñas intrigas. Qué vulgar, no tiene el menor sentido de la dignidad. ¿Es que no sabe que los hombres odian cuando las mujeres compiten entre sí y recurren a estas maniobras? Cuanto más arda en celos, más lejos te va a empujar. —De verdad que no conoce sus propias capacidades. ¿Quién se cree que es? ¿Con qué cara pretende compararse con Norma? Cualquiera con un poco de cerebro sabría a quién elegir, ¿no? Tomás no tenía tiempo para escuchar los chismes de Sebastián; después de responderle con un par de frases de compromiso, dio por terminada la llamada. Al abrir el expediente de documentos que tenía que firmar, vio de inmediato la solicitud de renuncia de Lucía. Arqueó ligeramente las cejas, casi de manera imperceptible. Luego la dejó a un lado sin más y siguió firmando papeles. … Lucía había charlado muy a gusto con Ismael y se sentía de excelente humor; de camino a casa incluso se compró un ramo de flores en la floristería de la planta baja. Al llegar recordó que no tenía jarrón. Al ver todas las cosas del piso que ni siquiera le pertenecían su buen ánimo se vio ligeramente afectado. Lucía buscó una caja de cartón, metió dentro todos los documentos y, por fin, despejó la mesa del comedor. Tras mirar alrededor, encontró algo que podía servir de jarrón. Un trofeo. El trofeo de Empleada Sobresaliente del Grupo Evolux. Era el trofeo que Tomás le había entregado en persona. Ella lo había guardado siempre como un tesoro. La última vez que Alba se emborrachó y se quedó a dormir en su casa, en mitad de la noche se sintió mal, se incorporó como pudo y agarró el trofeo, lista para vomitar dentro. Lucía se lo quitó de las manos de un tirón; prefería que Alba vomitara en la cama antes que manchar el trofeo. Lucía lo llenó de agua y colocó las flores dentro. Lo contempló durante un largo rato y, solo entonces, murmuró para sí: —Al menos sirve de algo. Antes de dormir había empezado a cultivar la sana costumbre de apagar el móvil, así que aquella noche durmió profundamente. A las nueve en punto de la mañana, Lucía llegó puntual a la empresa. Los demás compañeros se sorprendieron bastante de verla aparecer a esa hora, porque hasta entonces Lucía siempre había sido la primera en llegar. Además, ese día no llevaba su habitual traje rígido y serio de oficina, sino una blusa y una falda de tonos claros. —Secretaria Lucía, hoy está un poco diferente de lo habitual. Lucía sonrió y preguntó: —¿En qué estoy diferente? —Muy guapa. Para ser exactos, estaba deslumbrante. Aunque solo llevaba un maquillaje ligero, su aire había cambiado por completo. Lucía se veía limpia y luminosa, hermosa sin perder delicadeza. Una auténtica belleza con porte, del tipo que agrada tanto a hombres como a mujeres. —Gracias. —Lucía se sintió aún de mejor ánimo. Había desayunado de camino a la oficina, así que al llegar fue a la sala de descanso a servirse agua y tomarse su medicina para el estómago. Apenas llegó a la puerta, escuchó que dentro estaban conversando. —¿Ustedes quién creen que es más guapa la secretaria Lucía o la señorita Norma? —No son del mismo tipo. No se pueden comparar. —Antes, seguro que la señorita Norma era más guapa. La secretaria Lucía era demasiado rígida; su forma de vestir y maquillarse era muy seria, la hacía parecer diez años mayor. Pero la secretaria Lucía tiene buena base: con un poco de arreglo sorprende una y otra vez. —Sí, sí, ¡qué presencia tiene! ¡A mí me dan ganas de llamarla belleza también! —Solo hablando de apariencia, la secretaria Lucía gana por poco, pero en educación y familia de origen la señorita Norma es superior en todo. En eso la secretaria Lucía no puede competir. —Claro, la inteligencia y el origen se traen de nacimiento. Hasta nacer es una habilidad. —Escuché que la secretaria Lucía viene de una familia monoparental… Lucía apareció justo en ese instante, deteniendo los chismes en la sala de descanso. —Buenos días. —Entró como si no hubiera oído nada, tranquila, sirviéndose agua y saludando a todos. Tras saludarla, los demás se dispersaron. Lucía terminó su medicina y justo cuando volvió a su puesto, Federico, el gerente del Departamento III, llegó apresurado para pedirle el informe de evaluación del proyecto de drones de Grupo Solaris, diciendo que el señor Tomás lo había pedido expresamente. Cuando ella le entregó los documentos, él preguntó: —Secretaria Lucía, ¿se le estropeó el móvil? —No. —Lucía quedó desconcertada por la pregunta. —Entonces, ¿por qué él no se pudo contactar con usted? El señor Tomás salió de viaje de negocios esta mañana, necesitaba urgentemente este informe y no hubo manera de comunicarse con usted —explicó Federico. Lucía respondió con calma: —Quizá se quedó sin batería. La excusa era tan poco convincente que ni Federico la creyó. Pero no preguntó más; solo añadió: —El señor Tomás acompañó a la señorita Norma a inspeccionar el Grupo Solaris. Probablemente no regresen hasta la próxima semana. Voy a enviarle el informe de inmediato. Lucía asintió levemente y encendió el ordenador para comenzar su trabajo del día. El proyecto de drones siempre había sido impulsado por ella; tanto las dos rondas de inspección como toda la coordinación habían estado a su cargo. Tomás nunca se había involucrado, mucho menos habría ido personalmente con ella a evaluar un proyecto en otra ciudad. Después de todo, aquel era solo uno de los muchos proyectos del Grupo Evolux; no era algo que requiriera la presencia directa de Tomás. Pero esta vez había ido él mismo. Cualquiera podía verlo: Tomás no había ido a evaluar el proyecto, sino a respaldar a Norma, dándole un escenario donde pudiera destacar. Perfecto… ya tenía todas las características de un esposo que apoya a su mujer. Con Tomás fuera de la empresa, la carga de trabajo de Lucía se redujo a la mitad. Además, ya no tenía que encargarse de los proyectos del Departamento III, así que se sentía mucho más libre. Y cómoda. Lucía había quedado con el doctor Rodrigo para una consulta después del trabajo; quería que le recetara algunas fórmulas herbales para tratar su estómago. Su salud estaba demasiado deteriorada; necesitaba cuidarse bien. Rodrigo era un prestigioso médico tradicional en Miraflores, y conseguir una cita con él era extremadamente difícil. Antes, para ganarse el favor de los familiares de un cliente, Lucía solía madrugar para hacer fila en el hospital y conseguir número. Tras tantas visitas, terminó conociendo a Rodrigo. Rodrigo admiraba el empeño de Lucía, pero siempre le aconsejaba que cuidara su salud. Que no se confiara por ser joven, porque ya le llegaría el momento de arrepentirse. Aquella tarde, Rodrigo había decidido quedarse más tiempo en la consulta solo para esperarla. Pero Lucía apenas iba a mitad de camino cuando recibió la llamada de Emilio Barrera, el dueño del Grupo Solaris. —Secretaria Lucía, ¡ha pasado algo! ¡Venga cuanto antes! Lucía arqueó las cejas y pidió detalles. Emilio explicó que el equipo del Grupo Evolux había llegado para evaluar el proyecto, y que todo iba bien hasta que comenzaron a hablar de cifras. Entonces la señorita Norma, del Departamento III, insistió en bajar tres puntos porcentuales del valor previamente acordado. Incluso afirmó que los drones del Grupo Solaris estaban demasiado orientados a la industria, que su valor comercial era bajo y que su cuota de mercado no se comparaba con la de otras marcas comerciales, por lo que la rebaja estaba justificada. —Secretaria Lucía, si al principio no hubiéramos visto más sinceridad en usted que en los demás, y si sus propuestas de cooperación y proyección de futuro no hubieran sido tan adecuadas para nosotros, nunca habríamos elegido al Grupo Evolux. Usted sabe que entonces había muchos inversores queriendo trabajar con nosotros. Pero lo que están haciendo ahora es bastante poco ético. ¡Yo solo quiero hablar con usted! Si usted no viene, entonces no seguimos negociando el proyecto.

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