Capítulo 23
El rostro de Federico, que hasta hace un momento mostraba buen ánimo, se nubló de inmediato al escuchar esas palabras, tornándose aterradoramente pálido.
—Norma, ¿sabes lo que estás diciendo? —Su voz contenía una ira reprimida.
Norma alzó la mirada con calma y lo enfrentó con la vista: —Por supuesto que lo sé, señor Federico —respondió con un tono profesional, sin rastro de emoción—. ¿Desea que lo transfiera directamente a su tarjeta bancaria o a otra cuenta especificada?
Cuanto más clara y distante se mostraba ella, más furioso se volvía Federico, apretando los nudillos hasta que se le pusieron blancos.
—¡Norma, ese dinero no fue un préstamo para ti! ¡No necesitas devolverlo!
Norma soltó de repente una risa leve y sin motivo aparente, una risa llena de pesadumbre y amargura.
—Señor Federico, ahora mismo... Ya no lo necesito.
Desde su oficina se escucharon sonidos de objetos golpeando el suelo y una discusión acalorada. Los empleados afuera se miraban entre sí, pero ninguno se atrevía

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