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Capítulo 8

Cuando volvió a despertar, ya habían pasado varios días. Manuel estaba sentado junto a su cama, su expresión oscura como la noche, —Tu celular acaba de recibir una notificación de emisión de boleto. ¿A dónde piensas ir? En ese instante, Flavia sintió que todo era ridículo. Había estado al borde de la muerte por su culpa, casi se ahoga en aquella piscina, y ahora que despertaba, no había ni una pizca de culpa o preocupación en él, solo interrogatorios. —No voy a ningún lado, solo quería salir un rato a distraerme. —respondió con indiferencia, usando una excusa cualquiera para salir del paso. Luego, levantó la mirada y lo encaró directamente, —¿Viniste a hacerme confesar otra vez? Pues no lo haré. Y te lo advierto, si ella vuelve a tocar mis cosas, la golpearé de nuevo. —Solo era un simple collar, ¿era para tanto? Manuel frunció el ceño con fuerza. Justo después de cuestionarla, vio cómo sus lágrimas comenzaron a caer sin freno, como una presa desbordándose. Su voz se elevó sin que ella lo notara. —¡Sí era para tanto! Me lo regaló la persona que más he amado, lo valoro más que mi vida. Flavia ya no tenía ganas de seguir actuando o fingiendo ante él. Lo que no esperaba era que, al escuchar esa frase, Manuel se quedara completamente rígido. Su expresión cambió sutilmente, parecía incómodo, y su mirada perdió parte de su frialdad. Con cierto aire de torpeza, murmuró, —Ese collar lo compré sin pensar demasiado. Si te gusta tanto, te consigo otro igual. Al escuchar eso, Flavia se quedó momentáneamente en blanco. Durante todos estos años, el único regalo que él le había dado había sido aquel collar. ¿Acaso lo estaba confundiendo con el mismo que ella atesoraba? —Flavia González, esta vez lo dejaré pasar, pero Valen es mi… amiga. Si vuelves a tocarla, no sé de lo que seré capaz. Dicho esto, se levantó y se fue sin mirar atrás. En ese momento, una enfermera entró con los medicamentos, cruzándose con Manuel en la puerta. Al reconocerlo, sus ojos se iluminaron con emoción y no pudo evitar susurrar con entusiasmo. —¿Ese no es el presidente Santos? Dicen que alquiló todo un piso solo para cuidar a su novia. ¡Y todo por unas simples marcas de bofetadas! Hasta exigió un montón de exámenes médicos… ¡Qué hombre tan entregado! —¿Eso es todo? La enfermera encargada de ese piso dijo que él mismo le aplica la pomada a su novia todos los días, le da de comer con sus propias manos, la trata como si fuera un tesoro. ... Flavia escuchó cada palabra con claridad, pero para ella era como si estuvieran hablando de un desconocido. No le importaba lo más mínimo lo que pasara entre ellos. Una vez que la enfermera terminó de cambiarle el vendaje, se levantó sola y fue a gestionar su alta médica. Durante los días siguientes, Manuel no volvió a casa, pero Flavia sabía perfectamente en qué andaba. No porque lo estuviera buscando, sino porque cada día Valentina le enviaba mensajes llenos de provocación: Ayer me llevó a ver el mar, hoy fuimos a lanzar fuegos artificiales, mañana ha reservado un parque de diversiones solo para nosotros… Flavia solo miraba los mensajes y luego los ignoraba. Su tiempo lo ocupaba en empacar sus cosas y revisar la información que había conseguido sobre el hombre que realmente recibió el corazón de Mateo. Cuando llegara a Costadorada, todo sería un nuevo comienzo. Tenía que volver a levantarse, recuperar su vida y regresar con su "Matte". El último día del periodo de enfriamiento del divorcio, Flavia salió de casa y fue a recoger su acta de divorcio. Al regresar, se encontró con Manuel sentado en el sofá de la sala. Cuando la vio entrar, su ceño fruncido pareció relajarse un poco. —¿Dónde estabas? Un leve destello de sorpresa cruzó los ojos de Flavia. Durante días, él había estado con Valentina, así que no esperaba verlo de vuelta hoy. —¿Tú qué haces aquí? ¿No estabas ocupado? —¿No te acuerdas? —preguntó con indiferencia, pero apenas terminó de hablar, su rostro se oscureció visiblemente. Ella lo miró con desconcierto, —¿Recordar qué? —Hoy es nuestro tercer aniversario de bodas. —Flavia parpadeó, sin mostrar ninguna reacción especial, como si realmente lo hubiera olvidado. Manuel sintió una opresión en el pecho, pero quizás recordando todo lo que había sucedido últimamente, se obligó a contener su molestia, —Reservé un restaurante. Vamos a cenar juntos. Flavia estuvo a punto de rechazarlo, pero entonces recordó el acta de divorcio que acababa de recoger. Finalmente, asintió sin oponerse. Después de todo, en un rato más, ella se marcharía. Así que, pensó, quizá este era el momento perfecto para hablarle del divorcio. Cuando llegaron al restaurante reservado y estaban a punto de entrar, su celular vibró con la notificación de un mensaje. Bajó la mirada y vio que era de Valentina. [Hoy es su aniversario, ¿cierto? Qué coincidencia, porque justo hoy planeo hablar con Manu y decirle que estoy dispuesta a estar con él. ¿Qué crees que pasará después? ¿Te echará de inmediato a la calle?]

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