Capítulo 9
Flavia no se tomó en serio esas palabras. Al fin y al cabo, después de hoy, se marcharía. Justo cuando apagó la pantalla de su celular y levantó la mirada, vio a Valentina acercándose de frente.
—¡Manu!
Manuel mostró una leve sorpresa en sus ojos, —¿Qué haces aquí?
Valentina sonrió y sin disimulo dirigió su mirada hacia él, —He venido especialmente a buscarte, Manu. Tengo algo muy importante que decirte. Quiero hablar contigo a solas.
Ella pensó que era algo que tenía asegurado. Sin embargo, tras sus palabras, él se quedó en silencio.
Para su sorpresa, Manuel echó un vistazo a Flavia, que estaba detrás de él, y su voz sonó vacilante.
—Hoy no es un buen momento. Mejor en otra ocasión.
Tan pronto como terminó de hablar, Valentina abrió los ojos con incredulidad.
No podía creer que la estuviera rechazando. La indignación la embargó al instante y sus ojos comenzaron a enrojecerse, —¡Bien! Si no vienes conmigo ahora, entonces no habrá un después para nosotros.
Se secó las lágrimas y dio media vuelta, corriendo en dirección opuesta. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en medio de la calle.
El corazón de Manuel dio un vuelco. Justo cuando iba a llamarla para que regresara, vio por el rabillo del ojo un carro descontrolado dirigiéndose a toda velocidad hacia ella.
En un instante, sus pupilas se contrajeron. En ese momento, no pensó en nada más. Corrió como un loco y empujó a Valentina fuera del camino.
Un segundo después, un estruendoso golpe resonó en el aire.
—¡Manu!
Frente a Flavia, la sangre se esparció en el asfalto. Mientras tanto, Valentina se quedó paralizada, incapaz de hacer otra cosa que no fuera llorar y gritar.
Al final, fue Flavia quien llamó a emergencias y llevó a Manuel al hospital.
Cuando sus amigos recibieron la noticia, llegaron apresurados. Miraron a su alrededor y se dieron cuenta de que, aparte de Flavia, quien esperaba en la sala de operaciones con las manos cubiertas de sangre, no había nadie más.
—¿Cómo está? ¿Y Valen?
—Sigue en cirugía. En cuanto a Valentina… no paraba de llorar y los doctores la echaron porque estaba haciendo demasiado escándalo.
Ella respondió con paciencia, una pregunta tras otra.
Finalmente, las letras iluminadas de "En cirugía" se apagaron y la puerta de la sala de operaciones se abrió. El médico salió, se quitó la mascarilla y anunció.
—La cirugía fue un éxito. El paciente despertará mañana.
Al escuchar la noticia, los muchachos por fin respiraron aliviados. Sin embargo, al recordar el motivo por el que Manuel había resultado herido, comenzaron a comentar sin preocuparse por la presencia de Flavia.
—Mane ya se peleaba por Valen en la escuela, y ahora hasta la vida estuvo a punto de perder por ella. ¿Acaso olvidó que hace poco tuvo una cirugía de corazón?
—Después de salvarla con su propia vida, Valen por fin debería aceptar a Mane, ¿no? Al menos algo bueno salió de esto…
Flavia escuchaba sus conversaciones en silencio. Sin decir nada, se giró con intención de irse. Pero justo cuando iba a dar el primer paso, una voz impaciente la detuvo, —¿Y tú a dónde vas, perra faldera? Mane está por salir, ¿no vas a cuidarlo?
Al darse la vuelta, notó que todos la estaban mirando con expresiones de descontento.
Encogiéndose de hombros, respondió con indiferencia, —Ya estamos divorciados, ¿qué tengo que cuidar yo?
—¿¡Qué!?
Las miradas incrédulas se cruzaron entre los muchachos, la sorpresa en sus rostros era evidente.
Sin prestarles atención, Flavia sacó de su bolso el acta de divorcio que llevaba consigo y la puso en manos del que estaba más cerca.
—Hoy venía a entregarle esto, pero no hubo oportunidad. No voy a esperar hasta mañana, así que se los dejo a ustedes.
Dicho esto, sin darles tiempo a reaccionar, se giró y salió de ahí.
Los amigos de Manuel, apenas asimilando la escena, la vieron alejarse y le gritaron.
—¡Flavia González! ¿A dónde vas?
Ella rió con ligereza, sin voltear. Solo les lanzó una última frase.
—Como pueden ver… a dejarle el camino libre a Valentina Solís.
Y antes de desaparecer por completo, añadió con un tono burlón, —Ah, por cierto, deséenles felicidad de mi parte. A la boda, no cuenten conmigo.
Tras salir del hospital, Flavia se dirigió directamente a la mansión.
Al pensar en que pronto conocería al verdadero receptor del corazón, en que pronto podría escuchar de nuevo los latidos de Matte, una leve sonrisa se dibujó en sus labios. La emoción la invadía, al punto de que casi no podía esperar.
Su equipaje ya estaba listo desde hacía tiempo. Tomó la maleta, salió de la mansión y llamó un carro. Sin mirar atrás, se dirigió directamente al aeropuerto. ¡Esta vez, no había vuelta atrás!