Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles

Capítulo 12

Cuando entré a la clínica con la sudadera cubriéndome por completo hasta la cabeza, esperaba que mi visita terminara rápido. Pensé que iban a sacar a mi bebé tan pronto como fuera posible, pero no lo hicieron. Cuando desperté por la mañana me sentí muy ansiosa y quizá algo emocionada por poder deshacerme del bebé. Sin embargo, cada vez que la realidad me golpeaba, me sentía culpable y pensaba en lo mucho que quería tener algo propio. Si tuviera ese niño, jamás volvería a estar sola, pero si lo tuviera, también implicaría que tendría otra boca que alimentar y los bebés eran caros. Los costos anuales de 13 000 dólares realmente me impactaron y ayudaron a que tomara mi decisión de una vez por todas. Como si hablar por llamada no fuera suficiente, tuve que asistir nuevamente para otra cita de evaluación antes de que pudieran programarme una cita para el proceso de ab*rto. Cada día que pasaba, me sentía más y más apegada al bebé que crecía en mi interior y, a veces, incluso tocaba mi vientre plano que apenas y mostraba señales de embarazo. Sabía que tanto la consejera como el doctor estaban haciendo su trabajo, pero sus preguntas acerca de por qué quería abort*r o dónde estaba el padre me hacían dudar más de mí misma y me obligaban a preguntarme si mi razón era económica o en realidad solo sentía miedo. Tenía miedo de encargarme de un bebé yo sola, tenía miedo de no poder decírselo a Cristian porque me asustaba que me rechazara a mí y al bebé. Lo último que esperaba era que alguien como Cristian aceptara al bebé con los brazos abiertos. ¿Siquiera le gustaban los niños? ¿Acaso quería tener hijos? De vez en cuando, la consejera me preguntaba si todavía estaba segura sobre mi decisión. Probablemente hacía eso por las muecas que yo hacía cada vez que escuchaba sobre el proceso, los riesgos y las complicaciones asociadas y, más importante, la expresión de asombro que puse cuando escuché el precio del proceso y me enteré de que no estaría cubierto por mi seguro médico. No estaba preparada para otra ecografía. Pese a que me había prometido a mí misma que no miraría la pantalla, no pude evitar hacerlo cuando escuché el latido de su corazón. Tenía algo en mi interior, alguien que jamás me traicionaría o se alejaría de mi vida como casi todo el mundo había hecho. Y ese alguien tenía un corazón latente. No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sentí una lágrima cayendo por mi mejilla, pero, para mi sorpresa, no me sentía triste. Estaba llorando de felicidad. Lloraba porque no podía recordar la última vez que me había enfocado tanto en escuchar los latidos de un corazón, incluyendo los míos. Y aquí estaba, escuchando los latidos del corazón de mi bebé. «Mi bebé...» Cada vez que esas palabras pasaban por mi cabeza cambiaba de opinión de inmediato y pensaba en cómo podría ser mi vida. Sí, un bebé de solo 13 semanas que no había planeado tener fue lo primero que me causó lágrimas de felicidad en mucho tiempo. De repente me sentí agradecida con todo el proceso de evaluación previa y por el hecho de que no había firmado nada todavía. Cuando el doctor quitó el transductor de mi vientre, casi le grité para que lo dejara ahí. Pero no perdí más tiempo y me senté derecha para proteger mi vientre de una manera cuidadosa. —Esto fue un error —fue todo lo que le dije y él me miró con pena. —No seas dura contigo misma. Una mejor palabra sería... —No, no lo entiendes. Venir aquí fue un error —repliqué irritada y me coloqué la capucha de mi sudadera sobre la cabeza. —Oh, ¿entonces no programaremos ninguna cita de seguimiento? —preguntó él, sorprendido por mi repentino cambio. —Definitivamente no. Olvida que estuve aquí. De hecho, ignoremos estas dos últimas horas y así olvidamos que tengo que pagar esta sesión. Podría usar ese dinero para comprar pañales —le dije un poco entusiasmada y salté para tomar mi bolso. —¿Eh? —contestó el doctor, intentando hablar pero sin encontrar palabras para hacerlo. —Sí, lo sé, ahora debes estar incluso más preocupado por mí. Pero estoy bien. Gracias por todo y gracias por la ecografía gratuita, pero realmente tengo que irme ahora, ¡adiós! —me despedí con prisa y caminé rápidamente para salir mientras el médico me llamaba por mi nombre. Iba a hacerlo. Sería madre y cuidaría de mi hijo. Muchas personas me miraron con extrañeza. Quizá pensaron mal de mí al verme casi saltando por los pasillos con una sonrisa feliz en el rostro. Pero era la primera vez desde que me había enterado de mi embarazo que por fin podía sonreír y todo se lo debía al sonido del latido de su corazón. Aquella ecografía me había causado una reacción diferente a la que me había causado la primera que me había hecho. «Libre al fin», fue lo primero que pensé en cuanto salí de la clínica. Caminé hacia la cochera mientras pensaba en qué empleos podría conseguir para poder ahorrar dinero para el nacimiento de mi bebé. Estuve a punto de abrir la puerta de mi auto cuando sentí una mano tocar mi hombro. Me detuve de golpe y me di la vuelta de inmediato. —¿Ma... Marcos? —balbuceé anonadada. A diferencia de la primera vez que nos encontramos, ahora no lucía tan amigable y tenía una mirada sospechosa en el rostro. —Ardilla, dime, ¿seguiste con el ab*rto? —me preguntó mientras apretaba mis dos hombros. Yo los encogí y me distancié de él, retrocediendo contra mi auto. —N.. no voy a tener uno, pero, espera, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté confundida. Sabía que Marcos era el guardaespaldas personal de Cristian y tenía miedo de la razón por la que podría estar ahí. ¿Acaso Cristian sabía que estaba embarazada y lo había enviado a espiarme? —¿Cristian te envió? ¿Él sabe qu...? —comencé a preguntar, pero me detuve de inmediato cuando lo vi agrandar los ojos enormemente. Me di cuenta de que me había delatado yo sola. —Espera, ¿estás embarazada de Cristian? —preguntó Marcos con desesperación. Y eso fue todo lo que necesité para quedarme congelada sin saber qué responder. —¿Estabas planeando ab*rtar y no se lo dijiste? —preguntó para confirmarlo. Yo estaba asustada de que pudiera contárselo, así que me mantuve callada. —Ardilla, te hice una pregunta. ¿No le ibas a decir que estás embarazada? —preguntó una vez más, pero esta vez con un tono de voz decepcionado. Sentí vergüenza. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté. —¿Qué estoy haciendo aquí? Pues Cristian me pidió que te cuidara hasta que te sintieras mejor, pero, demonios, no esperaba nada como esto —respondió. Mi cabeza empezó a dar vueltas. ¿Cristian le había pedido que me vigilara? ¿Acaso sabía que estaba embarazada? ¿Se había colado en mi casa a altas horas de la noche y había visto mi prueba de embarazo? No, claro que no. Estaba en la mafia, pero no era un mago. —Lucas le pidió que te cuidara —me explicó Marcos. —¿Cómo supiste que el bebé es de Cristian? —le pregunté. —No lo sabía. Me lo dijiste en el momento en que preguntaste si él me había enviado —murmuró él. «¿Por qué tenía que ser tan tonta?», me pregunté. —¿Entonces se lo contarás? —le pregunté, dándome cuenta de la situación. Pero Marcos no respondió y solo me miró confundido. —¿Luzco como alguien embarazada? ¿Por qué debería decírselo? —Entonces supongo que estabas planeando dejar tu trabajo para poder lidiar con todo esto tú sola... Escucha, ardilla, por lo general, estoy de acuerdo con la idea de que los hombres deben mantenerse al margen de los asuntos de las mujeres y sus decisiones. Pero debes decírselo —me sugirió. Yo negué inmediatamente con la cabeza. —No lo haré. Y definitivamente estoy de acuerdo en que los hombres deberían mantenerse al margen, así que vamos a pretender que la clínica era una tienda de donas y olvidémonos del asunto. Cuéntaselo así a Cristian —le dije y estuve a punto de subirme a mi auto, pero él me detuvo sujetándome del brazo. —Si no lo quieres hacer porque tienes miedo, olvídalo. Sé que Cristian hará todo lo que esté en su poder para ayudarte —empezó a decirme. —¡Eso no puedes asegurarlo! —lo interrumpí de inmediato. Cuidar de mí y asegurarse de que estaba bien era una cosa porque técnicamente trabajaba para él. Pero aceptar su paternidad era una cosa muy diferente y yo no quería que me rechazara, así que debía mantener todo en secreto. —Sí puedo asegurar eso. Lo conozco por mucho más tiempo que tú y sé que hará todo lo posible para ayudarte porque ese es el tipo de persona que es. No sé lo que has escuchado sobre él, pero sea lo que sea, no es cierto. Él no es el ghoul despiadado come humanos que te imaginas que es —me dijo Marcos, pero yo solo presté atención a la palabra «ghoul», que me hizo recordar al anime Tokyo Ghoul. —Espera, ¿también ves anime? —le pregunté y noté un atisbo de emoción en sus ojos, pero parpadeó con prontitud y agitó la cabeza. —Ese no es el punto ahora. Estamos hablando de que Cristian merece saber la verdad. —Oh, vaya, ¿en serio crees que debería decirle? —volví a preguntar. Odiaba admitirlo, pero él tenía razón. Sea que le dijera o no, no tenía nada que perder. Sin embargo, sí podía tener algo que ganar. De todos modos, no esperaba ninguna ayuda de su parte porque todavía creía que alguien como él no aceptaría un hijo que viniera de mí, pero Marcos tenía razón acerca de conocerlo más tiempo y, quizá, tenía razón acerca de que lo estaba prejuzgando. Sin importar cuál fuera su reacción, merecía conocer la verdad. —Bien, se lo diré mañana —le dije. Y vi cómo esbozó una gran sonrisa en su rostro hasta que notó la dura mirada que le di. —Pero si me pide que abort*, te lo prometo, no vivirás para contarlo —agregué.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.