Capítulo 13
Hoy era el día. Tenía que contarle a Cristian sobre mi embarazo. Aunque odio admitirlo, Marcos tenía toda la razón. No tenía sentido ocultarlo ni escapar de la situación, cuando él se daría cuenta de una forma u otra, así que lo mejor sería que yo se lo dijera. Miré la chaqueta de cuero que tenía en la mano y la alisé. Era la misma chaqueta que él me había dado el día que me trajo a casa, y que aún no le había devuelto, es más, ni siquiera me la había pedido.
Como de costumbre, analicé la situación, pero si él trataría al bebé como a esta chaqueta, no podría esperar mucho de él. Y para ser sincera, no tenía ninguna expectativa, así que estaba preparada para lo peor. Pero yo no quería su apoyo, ni su dinero, sólo quería que lo supiera y eso era todo. Lo último que pretendía era forzarlo a convertirse en padre cuando yo aún no estaba lista para ser madre.
Me bajé del coche y me dirigí a la parte delantera del club. La puerta trasera sería algo que no utilizaría hoy, porque aunque las chicas aún no estaban aquí, no quería que el personal se metiera en mis asuntos, ni que se dieran cuenta de por qué estaba aquí buscando a Cristian, cuando se suponía que estaba enferma. Eso sonaba como algo que haría alguien que está embarazada y desesperada.
Me puse de puntillas para tocar el pequeño timbre y esperé que me abriera alguien decente que no hiciera demasiadas preguntas. —Estamos cerrados.. —dijo una voz que pude reconocer como la de Jorge. Mi*rda, de entre todas las personas. —¡Soy yo, Paz! —le grité, esforzándome por ocultar mis nervios, pero él no me lo estaba haciendo del todo fácil. —¿Cuál Paz?
¿Cuál Paz? Con medio año trabajando aquí, creí que por lo menos sabría mi nombre. —¿Paz Reyes...? —Contesté insegura. El frío era intenso, y el hecho de que me interrogara no mejoraba las cosas. —El sistema indica que estás enferma, ¿qué estás haciendo aquí? —Bueno... hay algo de lo que tengo que hablar con Cristian. —Le contesté. Aún no era demasiado tarde para arrepentirme. Aún podía huir y usar como excusa que Jorge me había tratado como una intrusa. —Jorge deja de intimidar a esa pobre chica, hace frío afuera, nadie está aquí para tus estúpidos juegos. —Pude escuchar la voz de Víctor, y por primera vez agradecí que me ayudara.
En ese momento Jorge abrió la puerta y entré al edificio. El hecho de entrar por esta puerta y no por la parte de atrás me hizo sentir diferente, ya que todo parecía igual que cuando estuve aquí por primera vez hace seis meses. Frente a mí había una recepción y, en la planta baja había diferentes entradas. Una para el restaurante y otra para el casino, mientras que la del club se encontraba arriba, al final de la escalera eléctrica. La mujer de recepción me sonrió incómoda y seguramente pensó en una razón para que yo estuviera allí de mañana, mientras todo estaba cerrado. La pobre mujer debía pensar que yo era alguien importante. —¡B-buenos días! —Me saludó mientras yo hacía lo mismo.
No tenía ganas de soportar más incomodidades, así que subí rápidamente las escaleras y presioné otro timbre que conducía al conocido segundo piso. En aquel piso ya había estado demasiadas veces en los últimos meses. La primera vez, fue hace seis meses cuando Lucas me contrató cuando él claramente no quería, la segunda vez fue cuando Cristian me llevó a su oficina, la tercera vez fue cuando me eligieron para atender a unos hombres, aquel horrible momento que jamás olvidaría aunque quisiera, la cuarta vez fue cuando le pedí a Víctor que me dejara trabajar en la barra por esa noche, y con suerte esta sería la última vez, para decirle a Cristian que estaba embarazada. ¡Vaya cronología!
Había planeado contarle lo del embarazo de lleno antes de que se asustara. Después, me iría a casa y llamaría a Lucas para contarle la verdad y renunciar a mi trabajo, un plan perfecto. Sostuve la chaqueta de cuero contra mi estómago y me acerqué dando pequeños pasos intentando alargar el tiempo antes de llegar a su despacho. Cuando llegué, me dieron ganas de regresar y estuve a punto de entrar en pánico, pero me di cuenta de que no podía. Todo lo que tenía que hacer era decírselo y eso sería todo, una vez hecho eso, sería libre.
—Puedo hacerlo, puedo hacerlo, —me dije a mí misma y respiré hondo.
—¿Cómo va la conversación con la puerta? —Escuché una voz que me llamaba desde dentro y me sentí muy avergonzada. Había olvidado que había una cámara y que él podía ver todo lo que yo hacía.
Abrí lentamente la puerta de su despacho y lo vi sentado detrás de su escritorio con un montón de papeles frente a él, y no pude evitar pensar para qué necesitaría una persona de la mafia todos esos papeles. En fin, supongo que al fin y al cabo se trataba de un negocio, pero ¿acaso no tenían gente para eso?
Me encogí de hombros y traté de concentrarme en lo que era verdaderamente importante en ese momento. Él continuó con lo que estaba haciendo y ni siquiera me miró. Normalmente, él era diferente a sus hermanos, y solía llevar ropa casual pero elegante. Pero esta vez llevaba traje y lucía aún más intimidante de lo que solía ser. —¿Qué te trae por aquí? —Me preguntó, haciéndome estremecer.
—Tengo algo importante que decirte, —contesté, sin rodeos. Él se rió y levantó la cabeza para mirarme. —¿Qué es tan importante como para que hayas venido hasta aquí cuando todavía te ves como el trasero de un burro?
Ay... Era raro pensar que se trataba del mismo tipo que había enviado a alguien a buscarme, quien ya me había dicho que sólo lo había hecho por Lucas.
Él me miró directamente a los ojos y esperó a que hablara, pero yo me acobardé y no supe qué decir, en cambio le dije lo primero que se me cruzó por la cabeza. —¿Te acuerdas cuando estuve aquí hace como tres meses? —le pregunté y me golpeé mentalmente al ver la expresión en su rostro.
—Por supuesto, ¿has venido para repetirlo de nuevo? —me preguntó e inmediatamente bajé la mirada sonrojada. —Porque no puedo dartelo, así que si eso es todo, ¿te importaría? —Continuó y levantó la cabeza hacia la puerta, ordenándome que me fuera.
—¡T-Traje tu chaqueta! —Apenas salí, la sostuve en el aire. Cristian agitó la cabeza incrédulo, pues probablemente pensó que estaba intentando acostarme con él de una manera u otra. —¿Has venido hasta aquí para devolverme una de mis tantas chaquetas? Quédatela. —Respiré hondo e intenté organizar las palabras en mi cabeza, sin éxito. Había venido hasta aquí para decirle solo dos palabras, pero fueron dos palabras de más.
—No, la verdad es que no puedo, de hecho busqué en internet y resulta que más cara que toda la ropa que me he puesto a lo largo de mi vida. No me refiero a que yo use ropa extremadamente barata porque no es así, incluso si así fuera estaría bien, pero tampoco uso ropa cara, sólo uso... No sé, pero cinco mil por una chaqueta es demasiado y...
—No voy a tener esta discusión contigo, es demasiado temprano para eso. Quédatela, déjala, haz lo que tengas que hacer. —Entonces Cristian dio por terminada mi charla y continuó con lo que estaba haciendo. Yo tenía la costumbre de ponerme en evidencia y lo había hecho una vez más, pero por una vez aquello no era lo que me preocupaba. El verdadero problema era que Cristian no podía ser mas despreocupado y para ser honesta, eso me asustaba.
Sabía que un bebé era sin duda muy diferente a una chaqueta, pero lo menos que pudo haber hecho fue prestarme atención. —No es por la chaqueta, es por otra cosa, —le dije, con la esperanza de que levantara la vista, pero no lo hizo. Los latidos de mi corazón aumentaron, las palmas de mis manos comenzaron a sudar y la cabeza me daba vueltas. Era ahora o nunca. Así que, respiré hondo y me armé de valor para dejar que las palabras salieran de mi boca.
—Estoy embarazada.