Capítulo 14
En ese momento Cristian dejó caer el bolígrafo que tenía en la mano y se quedó inmóvil por un instante antes de levantar la mirada de su escritorio. Intenté interpretar su rostro, pero no mostró ninguna expresión. Ni una mueca... nada.
—Sí, tengo tres meses de embarazo y creí que al menos debías saber la verdad. No necesito tu ayuda ni tu dinero, ni siquiera necesito que estés ahí para el bebé. Pero sólo quería decirte que estoy embarazada y que me quedaré con el beb...
En el momento en que una risita salió de su boca interrumpí lo que estaba diciendo, y miré su puño cerrado. No pude evitar tragar saliva con miedo y esperé su reacción. —¿Tres meses?
—¿Desde cuándo lo sabes? —Me preguntó en tono tranquilo pero algo irritado. Sabía que tenía mal genio y no quería provocarlo, así que en vez de eso, pensé en decirle la verdad que se merecía. —Hace una semana.
—Como te dije, estoy perfectamente bien sola y no te necesito... y no te quiero en mi vida y tampoco te lo estoy pidiendo, pero al menos ahora lo sabes, —le dije, consciente de que eso no era verdad. En efecto, no lo necesitaba en mi vida, pero si hubiera estado a mi lado para ayudarme con el bebé, todo sería mucho más fácil. Ni siquiera imaginé que podría decir algo sin tartamudear, pero de alguna manera me las arreglé para hacerlo.
—¿Estás loca? —Me preguntó mientras salía de detrás del escritorio. La expresión de su cara era tan fría como era posible. Con cada paso que daba hacia mí, yo retrocedía uno por miedo a que enloqueciera e intentara decirme que me deshiciera del bebé. Yo retrocedí hasta que choqué contra la pared y no tuve adónde ir. Mi primer instinto fue cubrir mi estómago con las manos para que no pudiera hacerme daño. Entonces cerré los ojos, y me preparé para lo que estuviese a punto de suceder. —Tienes a nuestro bebé, a mi bebé, en el estómago y me dices que no quieres que tenga nada que ver con él. ¿Estás loca? ¿Qué demonios sucede contigo? —Gritó haciéndome estremecer, mientras bajaba la mirada hacia mi vientre, que seguía protegiendo con ambas manos.
—N-No me imaginé que precisamente esperaras tener un bebé y... lo siento. —Me disculpé. A lo mejor Marcos tenía razón, quizá lo había juzgado mal. Sí, su reacción me había asustado, pero hasta ahora parecía estar de acuerdo con el embarazo.
—¿Voy a ser padre? —Preguntó una vez más y yo asentí rápidamente con la cabeza, temerosa de su siguiente movimiento, pero lo único que hizo fue dar un profundo suspiro.
—¿Y cómo estás tú, cómo está el bebé, ya viste a un doctor? —Me preguntó mostrando algo de preocupación en su rostro. Yo no pude evitar sonreír ante su repentino cambio de actitud, algo totalmente inesperado. Me había preparado para lo peor, y sin embargo aquí estaba preguntándome cómo me encontraba.
—Estoy bien, el bebé está bien y sí, —respondí. Una vez más intenté interpretar la expresión de su rostro, que parecía una mezcla de preocupación, miedo y felicidad. Era difícil ver a través de él ya que no siempre podía leerlo.
—¿Voy a ser papá? —Preguntó Cristian nuevamente para confirmar y yo asentí con la cabeza. Y por lo que parecía, una sonrisa apareció en su cara aunque solo fuera por un segundo, ya que tan rápido como apareció, se desvaneció. Entonces dijo —Espera Paz, de ninguna manera puedes seguir trabajando aquí, no lo permitiré, estás despedida.
—Lo sé, de todas maneras no tenía planeado seguir aquí. —Sonreí pero enseguida me di cuenta de que había sido despedida y no tenía empleo, con un bebé por el camino. —Y entonces, ¿cuándo traeremos tus cosas, hoy? —preguntó Cristian y yo me sentí tan confundida como siempre. —¿Recoger mis cosas?
—Sí, para que puedas mudarte. —dijo como si fuera lo más casual del mundo. —¿M-mudarme?
—Sí, no estarías pensando en hacer esto tú sola, ¿verdad? Múdate conmigo y yo cuidaré de ti y del bebé. —dijo Cristian, mientras tomaba mis manos para retirarlas de mi estomago. Sus palabras me sorprendieron, y me alegré de que su reacción no fuera tan mala como esperaba, aunque yo seguía siendo cautelosa sobre la clase de negocios a los que se dedicaba, y no quería que ni mi hijo ni yo estuviéramos envueltos en esa situación. Todo lo que él tenía que hacer era estar ahí para el bebé.
—Pero ni siquiera estamos juntos, —le dije, intentando ocultar que no planeaba convertirme en la esposa de un mafioso, pero la expresión de la cara de Cristian me demostró que, obviamente, no estaba muy impresionado.
—No estoy diciendo que tengamos que estarlo. Seamos realistas, somos tan diferentes que jamás lo seremos, pero eso no significa que no pueda cuidar de ti y del bebé. —me dijo y miró mi aún plano vientre. —Al menos déjame cuidar de ambos hasta que sepa con seguridad que eres capaz de vivir sola.
¡Ay! —¿No crees que pueda? Porque realmente no necesito ningún tipo de favor de tu parte. —le dije lo más educadamente posible tratando de procesar sus palabras. —Paz... —dijo apretando mis manos.
—No me refería a eso, pero seamos realistas. Vives en un departamento más pequeño que esta oficina, y has venido a trabajar cuando no estabas en condiciones de hacerlo. No tengo ninguna duda de que serás una estupenda madre porque parece que eres una persona buena y trabajadora, pero estoy dudando de mí mismo, así que, por favor, déjame ser un buen padre... y déjame cuidar de ti y del bebé. El que yo cuide de mi hijo no es un favor, es lo que se supone que debo hacer.
Cristian no era un hombre de muchas palabras, pero en esos escasos minutos había dicho más de lo que jamás lo había oído hablar. Sabía que sus intenciones eran buenas y su oferta sonaba muy tentadora. Yo quería compartir la paternidad y dejarlo ver a su hijo si realmente lo deseaba, pero el apellido de su familia me asustaba, y no sabía cómo planteárselo. Ya que probablemente nos enterraría a mí y a mi bebé si utilizaba la palabra 'mafia'...
—Cristian, ¿estás cien por ciento seguro de que estás listo para ser padre, porque yo ni siquiera estoy lista para ser madre? —pregunté con honestidad tratando de cambiar de tema. —No tenemos tanta opción, pero creo que tenemos bastante tiempo para prepararnos, ¿no crees? —dijo, pero la expresión de su cara me preocupó. Era una expresión de duda, y no sé si dudaba de mí, de él o del bebé, pero ya había visto esa expresión antes y no prometía nada bueno.
—No quiero que me des falsas esperanzas, no quiero que nos abandones, —le dije, pero enseguida negó con la cabeza. —No lo haré. Te prometo que no lo haré, te juro que no lo haré, así que por favor acepta mi oferta.
—¿Qué me dices de Lucas? —le pregunté tratando de cambiar la conversación una vez más, pero esta vez se trataba de una conversación importante. Lucas no había sido más que amable conmigo, pero yo le había mentido en repetidas ocasiones. Acaso, ¿a él le parecería bien?
—¡Paz esto no se trata de los demás, se trata de ti, de mí y de nuestro bebé! —dijo Cristian levantando la voz, evidentemente irritado por mis preguntas.
—Lo siento, hablaré con él. Por favor, considera mi oferta. —Se disculpó enseguida al ver mi cara de asombro. Sabía que había actuado bien, pero eso no era habitual en él y, desde luego, no era la reacción que yo esperaba. Todo esto estaba yendo demasiado rápido y parecía que él estaba diciendo cosas sin pensarlas.
—Cristian, —Intenté acercarme a él cuidadosamente, pero no tardó en interrumpirme.
—Deberías descansar un poco y pensarlo. —Fue lo único que dijo antes de abrirme personalmente la puerta. Observé su rostro para buscar la mirada de duda que había estado presente hace un momento, pero no pude encontrarla. Cristian al ser una persona dificil de leer me había puesto las cosas un poco mas complicadas ya que yo no quería decir las cosas equivocadas.
—Cristian, lo voy a pensar, pero si vamos a hacer esto juntos tienes que prometerme que no me vas a abandonar, —le dije, y vi como asintió con la cabeza, aunque eso no fue suficiente para mí.
—Tienes que prometérmelo, —insistí, esta vez exigiendo una respuesta de su parte. Yo necesitaba garantías, y no me iría sin ellas. Ya que si yo consideraba la posibilidad de llevar a mi bebé a su peligroso estilo de vida, debía tener la certeza de que no nos abandonaría, ni nos echaría a la calle cuando le diera la gana. Ya que hace sólo unos minutos, justo antes de que le hablara de mi embarazo, estaba ansioso por mostrarme la salida lo antes posible, así que tenía que asegurarme de ello.
—Paz, te lo prometo.