Capítulo 10
Tras dejar la Casa Ruiz, Rosa alquiló un apartamento en otra ciudad. No era grande, pero bastaba para vivir.
Había decidido que, en esta vida, viviría para sí misma. Retomó la carrera que había amado en la universidad, diseño de moda.
Con lo que recibió tras el divorcio, tenía lo necesario para empezar de nuevo. Sin dudar, se inscribió en el mejor curso de diseño de moda del centro.
En el estudio, Rosa trazaba con concentración los pliegues de una falda, tan absorta que no notó el carbón manchando su ropa.
Cuando se levantó a buscar pintura, tropezó sin querer con alguien y una taza de café cayó sobre sus bocetos.
—¡Cuidado! Lo siento mucho. —Una voz masculina, cálida y amable, sonó a su lado.
Rosa levantó la vista y se encontró con una mirada llena de disculpas.
El hombre, vestido con un suéter gris, tenía un aire sereno y elegante. En la mano sostenía la taza que acababa de derramarse; el café resbalaba por el borde de la mesa, empapando justo el diseño que ella acababa de terminar.

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