Capítulo 24
El tiempo pareció haberse congelado durante unos segundos.
Gustavo la miró, de pie allí, ilesa, y su corazón, que había estado tenso durante días y noches, por fin cayó con todo su peso.
Una abrumadora sensación de alivio por haber sobrevivido al desastre, mezclada con una angustia imposible de describir, arrasó con su racionalidad en un dos por tres.
No le importó el dolor punzante en el brazo ni su aspecto desaliñado, decidió dio unos pasos hacia adelante y, ante las miradas atónitas de todos, estrechó a Viviana con fuerza y felicidad entre sus brazos... ¡Con tanta fuerza que casi parecía querer fundirla con él!
Su cuerpo temblaba sin control, y su voz era ronca y quebrada, con un marcado tono nasal, repitiendo una y otra vez: —Menos mal... menos mal que estás bien... menos mal...
Era una reacción al borde del colapso total, como quien recupera algo valiosísimo que creyó perdido para siempre.
Viviana, atrapada en sus brazos, podía sentir claramente los latidos frenéticos de su corazó

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