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Capítulo 6

Brenda palideció y se llevó la mano al pecho. Levantó la vista y miró de reojo a Camila, quien fingía inocencia a su lado, y vio cómo ella escondía con rapidez la cuchilla entre los dedos. Antes de que Brenda pudiera delatarla, Camila fue quien primero la acusó con falsedades. —Brenda, sé que quieres llamar la atención del señor Andrés, pero deberías distinguir el lugar y el momento. —¿Vas a avergonzar al señor Andrés mostrando tu cuerpo en público a propósito? Brenda replicó furiosa: —Camila, fuiste tú quien cortó mi ropa... —¡Ya basta de tonterías, Brenda! Ante los ojos Andrés solo había repulsión. —¡Debí darme cuenta desde antes de tus malas intenciones! ¡Te atreviste a recurrir a este tipo de trucos para llamar la atención! En los ojos de Brenda se entretejieron hilos de profunda decepción. —¡Fue Camila quien cortó mi tirante! Si no me crees, puedes mirar entre sus dedos si hay una cuchilla. Una sombra de duda cruzó enseguida por los ojos de Andrés. —Camila, ¿lo hiciste tú? Camila lo negó asustada. —No lo hice, Andrés, ¿no confías en mí? Parpadeó con sus grandes ojos inocentes y las lágrimas comenzaron a caerle desbordadas. —No debí estar aquí. Soy una persona de más, me voy ahora y no volveré nunca más. Andrés con rapidez la atrajo entre sus brazos. —Solo me impacienté porque no quería que te acusaran de manera injusta. Creo en ti, sé que no fuiste tú. La mirada de Camila cruzó el hombro de Andrés y en sus ojos bailó una sonrisa triunfante y burlona. —Brenda solo te ama demasiado, no la culpes. Yo la llevo a cambiarse de ropa y listo. Andrés miró desde arriba a Brenda, que se encontraba de cuclillas en el suelo, totalmente perdida. —Acusas a Camila y aun así ella intercede por ti. Brenda, ya basta. Brenda se cambió con rapidez de ropa, evitó a Camila y se dispuso a salir del salón de la fiesta. Pero Camila se interpuso en su camino. —Brenda, ¿con qué te crees capaz de competir conmigo? En un rincón donde nadie las veía, Camila dejó caer por fin su máscara de corderito inocente y mostró su verdadera naturaleza. Brenda sonrió con discreción. —Ya no voy a competir contigo. ¿Andrés? Si lo quieres, quédatelo. Camila quedó asombrada, no esperaba que Brenda renunciara a Andrés con tanta facilidad. —Jeje, al menos sabes ubicarte... Pero... Camila se colocó frente a Brenda, dándole la espalda a la escalera, cruzándose de brazos. —Solo cuando logre que Andrés te deteste por completo, podré reemplazarte. Brenda ya no quería seguir discutiendo con esta malvada mujer. —Él ya me detesta. Solo nos falta el acta de divorcio. Una chispa peligrosa brilló en los ojos de Camila. —¿Y tu padre enfermo qué? ¿Todavía no se ha muerto? El aspecto pálido y demacrado de su padre cruzó como un destello por la mente de Brenda. Él había luchado siete años, estuvo tan cerca de... La miró furiosa, elevando la voz sin querer. —¡Camila! ¡No tienes derecho a mencionarlo! Unos minutos más tarde, Camila gritó "¡auxilio!" y rodó por las escaleras. Al instante, Brenda intentó alcanzarla, pero solo logró rozar el dobladillo de su falda. Al escuchar el grito, los invitados acudieron corriendo y vieron a Brenda de pie en las escaleras con la mano extendida, mientras Camila se encontraba inconsciente a sus pies. —¡Camila! Andrés palideció, apartó a la multitud desesperado y corrió directo hacia Camila, levantándola en brazos. —¡Camila, no me asustes! Brenda jamás imaginó que Camila fuera capaz de algo tan peligroso solo para tratar de incriminarla. —Andrés, yo no... La presencia de Andrés era fuerte y aterradora, daba miedo. —¿Vas a decirme otra vez que no fuiste tú? Brenda, ¿en realidad te lo crees? —Tengo ojos y vi con claridad cómo no soportas a Camila, la has estado acosando una y otra vez, ¡incluso intentaste matarla! Todas las miradas se clavaron en ella. —¿Quién iba a pensar que un alma tan tenebrosa se escondía detrás de esa cara tan bonita? —¿De qué le sirve ser tan bonita? ¡Lo más venenoso es el corazón de una mujer! —Camila siempre ha sido tolerante, y ella se burla de mi buena voluntad una y otra vez. ... —¡Propongo llamar a la policía! ¡Que la detengan! Brenda entró en pánico total. Su padre podía estar en peligro en cualquier momento, no por lo tanto no podía irse. —Andrés, te juro que no fui yo, fue ella... Andrés se acercó paso a paso y le sujetó la barbilla con la mano. —¡Brenda, me has decepcionado demasiado! ¡Si no recibes el castigo de la ley, nunca te arrepentirás de lo que hiciste! Sacó su celular y llamó a la policía. Brenda alzó la cabeza, temblando. —Andrés, no puedes hacerme esto, mi papá... Andrés levantó la mano y le dio una cachetada. —¿Y a mí qué me importa si vive o muere? La multitud, antes revoltosa, quedó en absoluto silencio. Brenda quedó aturdida, con un sabor amargo en la boca. La policía llegó pronto y esposó a Brenda.

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