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Capítulo 7

En el camino hacia el hospital, la mirada de Andrés se volvió de repente clara. Él acarició con dulzura la cara de Camila. —Despiértate pronto, o si no el lobo feroz te va a comer. Camila frunció los labios y se incorporó. —Hum, no me desmayé, ¿estás decepcionado? La mirada de Andrés era comprensiva, le pellizcó la nariz y sonrió. —¡Pequeña zorra! Camila hizo un puchero. —Entonces, ¿por qué dejaste que la policía se la llevara? ¿No tienes miedo de que de verdad se enoje contigo? Andrés bajó por unos segundos la mirada. —Aunque no sufriste tanto daño, al final fue ella quien te empujó. —Brendita es demasiado terca, dejarla unos días detenida, así le quitará su arrogancia, para que deje de hablar siempre en tono sarcástico. Camila suspiró aliviada en secreto, por poco pensó que Andrés había descubierto su artimaña. Se acurrucó en su abrazo y la acarició. —Aunque no me lastimé, mi corazón sí ha sido herido, toca mi corazón... El conductor, entendiendo la situación, bajó la mampara, y el ambiente adentro del auto se tornó confuso. ... Brenda se sentó confundida en el suelo de la comisaría, rezando para que a su padre no le pasara nada. El policía que la arrestó dijo que Camila no tenía heridas graves, solo tenía que quedarse setenta y dos horas en la comisaría y luego podría salir sin problema. Pero ella había pensado que Camila era demasiado inocente. En la noche, cuando la despertaron a golpes y patadas, fue cuando en realidad llegó a conocer la maldad de Camila. ¡Ella incluso había sobornado a las reclusas de la misma celda! —No la maten, pero denle una buena lección por mí. Mientras la golpeaban, ella apretó con fuerza los labios y, por instinto materno, protegió con todas sus fuerzas su vientre. ¡Pero esas mujeres no estaban dispuestas a dejarla tranquila! Una reclusa alta y fuerte le dio una patada justo en el vientre; Brenda gritó de dolor, sintiendo cómo un flujo cálido corría por debajo. Cuando la subieron a la ambulancia, Brenda sintió con claridad que algo se desprendía de su cuerpo. Con dolor las lágrimas le resbalaron por la mejilla. —Hijo, lo siento, no he podido protegerte. ... Durmió durante doce horas seguidas; al despertar, la primera pregunta de la enfermera fue si necesitaba llamar a la policía. Durante tres días, fue torturada de la peor manera hasta quedar llena de moretones por todo el cuerpo. Ahora Camila era la persona que Andrés más amaba, ¿aunque lo supiera, qué podía hacer? ¿Podía acaso esperar que él culpara a Camila? Ella lo negó en completo silencio. La buena noticia era que inmigración llamó diciendo que los trámites ya estaban listos, y que al día siguiente podría llevarse a su padre. Arrastrando como pudo su cuerpo débil, Brenda realizó el alta hospitalaria y, al abrir la puerta de la habitación, vio a Camila paseando muy feliz de un lado a otro. —¿Por qué no te has muerto todavía? ¿Sabes que Brenda no pudo defenderse ante mi acoso? —¡Eres tan inútil como ella! El vientre de Brenda aún le dolía; sin pensarlo estallaron todos los traumas físicos y psicológicos de estos días. Se abalanzó sobre Camila, que estaba desprevenida, y le dio una cachetada. —Camila, ¿no tienes miedo de recibir tu castigo? Camila se cubrió la cara, aparentando ser una víctima. —Brenda, yo solo me preocupo por ti y el señor Javier. Unos minutos más tarde, Andrés apareció en la puerta. —Brenda, ¿hasta cuándo vas a seguir así? —¿Aún quieres volver a estar detenida setenta y dos horas? Vio en la piel de Brenda, expuesta, los moretones. E hizo mala cara. —¿Por qué estás herida? En los ojos de Camila cruzó una sombra de pánico y tiró de Andrés apresurada. —Ah, me duele mucho el pecho. Andrés la sostuvo con preocupación. —Si no estoy contigo, otros te lastiman. Ven, te enseñaré cómo enfrentarte a quienes te hacen daño. Al hacer una señal, de inmediato entraron dos hombres fuertes y sujetaron a Brenda de los brazos. Andrés tomó la mano de Camila y la hizo abofetear a Brenda. —¿Ves? ¡Así es como se golpea! La mirada de Camila era tímida e ingenua. —no me atrevo... Andrés le dio otra cachetada. —Mi mujer no puede decir "no me atrevo". La empujó frente a Brenda. —¡Dale una fuerte cachetada! ¡Hasta que aprendas! Camila parpadeó, levantó los brazos y la cacheteó a izquierda y derecha. Por un momento, en la habitación solo se escuchaban los golpes de las manos sobre la piel. Nadie supo cuántas cachetadas dio, hasta que la mano de Camila se hinchó. Corrió hacia Andrés, dando saltos de dolor. —Me duele la mano. Andrés, conmovido, pidió a la enfermera que trajera una compresa de hielo y se la puso personalmente. Brenda, apoyada en el suelo, se limpió la sangre de la boca; al mirarlo, la desesperación en sus ojos la estremeció. —Esto se acaba aquí. Estaba a punto de irse, cuando Brenda lo llamó. —Mi papá va a salir del hospital, el personal me dijo que tú pagaste la cuenta y necesitan tu firma para que pueda salir. Al escuchar estas palabras, Andrés se burló. —¿Va a salir del hospital? ¿No dijiste que si no le trasplantaban el corazón no sobreviviría? ¡Eres una mentirosa compulsiva! Brenda se levantó tambaleándose, Andrés ni siquiera la miró y firmó apresurado el alta con desprecio. —Brenda, si sigues actuando de esa manera, suspenderé por completo el tratamiento de tu padre. Lanzó un fajo de papeles al aire y se fue abrazando a Camila. Brenda se arrodilló con tristeza en el suelo, recogiendo uno a uno los papeles. Sus dedos temblaron al tocar el título "Acuerdo de Divorcio". —Los trámites para el traslado ya están listos, le deseamos buena salud. Brenda, empujando con dificultad la silla de ruedas, subió al avión con Javier. Dio una última mirada a Nueva Thalía. —Adiós, Andrés.

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